el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

23.2.08

Capitulo III (Parte 3)

La sala estaba vacía, Esteban se encontraba admirando los paisajes mientras esperaba a Artemis y Luna. La hechicera, su marido y la niña habían salido, y los sirvientes no se entrometerían. Previo arreglo con Cielo, los felinos decidieron que era el momento de hablar con el guerrero. La puerta se abrió dejando pasar a una pantera negra y a un tigre blanco que rápidamente se dispusieron frente a Esteban. El guerrero sospechaba apenas lo que iban a decirle. Era consciente de que su actitud en las últimas semanas no había sido del todo ejemplar. Sin embargo, no acertaba a imaginar las palabras de los dos guardianes que se encontraban frente a él. El silencio reinó en la estancia mientras los tres allí sentados, el guerrero mirando al suelo y los felinos con sus ojos clavados en la expresión de él. Finalmente, sabiendo que eso se esperaba de él, Esteban les preguntó qué era lo que realmente deseaban decirle con tanta urgencia. Artemis tomó la palabra -No es sólo la urgencia lo que nos lleva a hablar contigo esta tarde, sino la preocupación, Esteban... Creo que ya sabrás, porque ya te lo he dicho, que últimamente estás tomando actitudes que pueden salirse de tu control, y eso implicaría un alto precio para todos...- Pero el guerrero lo interrumpió,
-Artemis, creo que te estas precipitando. Te reconozco que no he estado del todo tranquilo estos últimos tiempos, pero de allí a llevarlo al punto de que puedo tomar decisiones equivocadas y apresuradas, creo que es demasiado...- Miró fijamente a los ojos de Artemis, mas no pudo sostenerle la mirada. El guerrero era consciente que aquellos dos seres eran mucho más que felinos de guerra, sabía a la perfección que ellos poseían poderes que nadie imaginaría. Luna estaba callada, había adoptado una postura silenciosa que ponía un tanto nervioso a Esteban, que bien conocía el carácter de la pantera, altiva y directa, cuando hablara sus palabras le dolerían como puñaladas en el corazón. Era una escena llena de tensión, el guerrero se había puesto a la defensiva y los felinos lo habían supuesto.
-Esteban, no te lo tomes como un ataque, nosotros tenemos el deber de custodiar este lugar, y a ustedes. Creo que es necesario que hablemos de esto antes de que realmente pueda salirse de nuestras manos. No. No me mires así. Ya admitiste que mis sospechas no son infundadas. Has estado comportándote de una manera imprudente, y molesta. Y creo saber a qué se debe tu extremo nerviosismo... Desde la caverna...- Esteban se quedó callado. Luna lo miraba, su mirada se entrometía en la misma piel del guerrero y descubría que estaba asustado. Él, por su parte, no podía dejar de admitir que su encuentro con su viejo amigo y compañero de toda la vida había sido un duro golpe. Quizás más duro de lo que debiera. Pero creía aún poder dominar la situación, ¿acaso no habíanle confiado la capitanía de las tropas? ¿Por qué no confiaban en qué podría dominar sus propios sentimientos? Su mente era un remolino de ideas: Hemer, su vieja amistad, su visión de él avanzando con su espada dispuesto a luchar, los felinos, Artemis deteniendo el ataque de Hemer para que Esteban escapara, Luna mirándolo, Cielo que no le contaba sus conversaciones pasadas, las tropas luchando, la próxima batalla, la próxima lucha que tendría, el próximo encuentro con su mejor amigo que ahora era su enemigo...
-Esteban, escúchame- la voz de Luna era suave y asomaba a lo maternal, aunque era realmente un sentimiento de compasión. Ella lograba ver el interior de aquel hombre que se debatía entre el sentimiento y el deber. Que luchaba constantemente contra sus propios demonios internos. Era una difícil lucha y complicada de ganar. Luna lo comprendía.- Debes entender que nosotros queremos ayudarte. Sabemos que ésta es tu propia lucha personal. Y yo confío en que no la llevaras al campo de batalla. Tú mismo lo sabes bien, Cielo te confió la capitanía de nuestras tropas aquí, y es una gran responsabilidad. Lo único que queremos hacer es advertirte que debes tener la cabeza fría. No puedes dejarte llevar en un arrebato de quién sabe qué sentimiento, pensando que podrás controlarlo. Porque bien sabemos que tú eres propenso a tus impulsos, que en cuestiones de guerra nos han servido mucho, pero aquí no eres objetivo, no ves al enemigo como el que es realmente, y confundes tus recuerdos con la nueva realidad. -Artemis observaba a Luna mientras ella hablaba, intentando trasmitirle sus pensamientos.- Y por favor, Artemis, déjame hablar a mí. -el tono de Luna se endureció- Esteban, bien sabes que tenemos nuestras razones para estar preocupados y lo mejor es que nos hagas un poco de caso en esto que te decimos, no sólo por tu bien, sino por el de todos; un error tuyo, como ya dijo Artemis, puede costarnos muchas cosas a todos... Y luego de todo lo que hemos pasado y lo que estamos haciendo para tratar de contener y vencer a nuestro enemigo, dejarlos valerse de un arma tan eficaz como alguien que debilita a uno de nuestros capitanes. Creo que no es la idea.- Luna terminó su discurso y miró fijo a sus dos acompañantes. Esteban tenía la mirada clavada en el suelo todavía y Artemis disimulaba su leve disgusto por ser callado de esa manera. Sin embargo, la felina sabía en su interior que su charla había surtido efecto. Esteban lo confirmó.
-Luna, tienes razón en muchas de las cosas que dices. Sin embargo, aún creo en mi fortaleza para saber separar mi campo personal de batalla del que luchan las tropas lunares. Les pido que me tengan un poco más de confianza y deben algo de crédito. No creo haberlos defraudado antes, y no tengo pensado hacerlo ahora. Les pido que me tengan algo de paciencia. Necesito meditar algunos de los problemas que atarean mi mente... ¿Cielo también opina como ustedes?
-Cielo no sabe más de lo necesario. Le hemos dicho en general cuáles eran los motivos que nos llevaban a hablar en estas condiciones contigo.- Le respondió Artemis. Y los tres cayeron nuevamente en un silencio. Esteban meditaba, tenían razón, se estaba comportando de manera reprochable y debía de hacer algo. Quizás lo mejor sería ir en busca de consejo. Y sólo había un lugar donde lo conseguiría.
-Hablaré con Cielo, si ella me da el permiso, iré a buscar a alguien que puede ayudarme a no perder tanto la calma... Eso es todo lo que puedo prometerles. No voy a cometer más errores, y lo mejor es encontrar una respuesta que calme mi ansiedad.- Luna y Artemis lo miraron y comprendieron. Era el momento en que cada uno buscara las respuestas que necesitaba antes de volver a la batalla. Ahora, debían admitirlo, tenían más fe en el joven guerrero.
-Cuentas con nosotros, no lo olvides. En estos momentos en que la vida se aprecia tan poco, debemos valorar a los amigos. Busca tus respuestas y vuelve a luchar...- concluyó Luna, se levantó y salió de la sala, seguida por Artemis, dejando al guerrero aún sentado en el sillón, mirando por la ventana el extravagantemente hermoso paisaje árido de la Luna.

1 comentario:

T S dijo...

Hola
me encanto tu blog
te invito a que conozcas cem%eu
espero que te guste
saludos eternos
volvere amante de tus escritos
ts