el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

8.9.08

Capitulo V (Parte 2)

Los tres ocupantes de la sala miraron por los ventanales. Las estrellas se oscurecían a medida que la Luna le daba la espalda a Sol, en un atardecer perpetuo. En sus mentes cientos de pensamientos se agolpaban, queriendo tomar parte fundamental del sentido que podían darle a esa guerra. Luna, Ismael y Esteban temían por lo que pudiese pasar si los enemigos tomaban en posesión los Libros. Así permanecieron, mirando hacia afuera, buscando una explicación que aún no existía.

Nojami acurrucó a Jakiru en su camastro. La pequeña miraba con sus ojos negros a su madre. Parecía querer observar cada parte de ella, como si intuyera que en algún momento las separarían. Nojami no pudo más que sonreír con amor. Su pequeña, su hija, guardaba un gran futuro en su vida, y poco podría hacer para ayudarla. Sin embargo, Nojami se resistía a pensar que tendría que dejarla tan niña, deseaba poder reservar para ella unos años más, aunque sabía que aquello no era más que una ilusión. Es difícil cambiar el destino, cuando no imposible. Los ojos de la hechicera siguieron la mirada de su hija que ahora observaba la ventana. El atardecer era algo lento y de ensueño en aquel castillo. Todo en sí parecía un sueño. El paisaje, el presente y el futuro que les esperaba. Todo era parte de una gran obra con autor siniestro. Cielo se encontraba lejos, decidiendo que hacer de ahora en más; en algún lugar del universo, un grupo de demonios y seres malignos planeaban como destruir todo lo que se encuentre en su paso. Y al fin y al cabo, la salvación estaba en manos de una pequeña niña que aún no caminaba. Los plazos del universo eran misteriosos. Los rumores del nacimiento habían traspasado las fronteras, ya el enemigo sabía que un ser había nacido para luchar contra ellos... No quedaban grandes secretos. Pero, lo que más asustaba a la hechicera, lo que realmente la espantaba era que Jakiru apenas era una chiquilla, tardaría años en entrenar, en aprender a manejar su poder... ¿Entonces por qué tanta importancia? Es decir, la guerra era ahora y nadie esperaría a que la pequeña creciera para continuar. Era absurdo. Nojami sabía que eso sólo implicaba una cosa: "Lo peor aún no ha sucedido. Esta guerra sangrienta, esas muertes de seres valientes son a penas una entrada a algo más cruel, largo y sanguinario". Y lo más torturante era que faltaba tiempo, que tardaría en llegar al ojo de la tormenta. Tanto como los años que le faltaban a Jakiru para ser una Kahina lista para comenzar a luchar. Y Cielo lo sabía, lo supo desde el tiempo en que fue en busca de la hechicera. Las Damas tenían plena consciencia de que una guerra más fría sucedería en algunos años, y poco y nada podían hacer para detenerla. Lo de momento no era más que puro calentamiento antes de la próxima partida, quizás la final.