el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

8.11.09

Capitulo VI (Parte 1)

Ismael se encontró con Esteban, mientras paseaba por los jardines llevando en brazos a Jakiru. Miraba a su hija con ternura y devoción. El joven guerrero observó un instante a su colega en la situación antes de animarse a interrumpir tan tierna imagen de padre e hija. Ismael se alegró de verlo, y le pasó al bebé para que Esteban la sostuviera un instante. El guerrero agradeció el gesto, y mientras sostenía a la pequeña entre sus brazos, observó sus grandes ojos negros, tan parecidos a los de su madre. Jakiru era una bella bebé, que exponía lo mejor de su madre y su padre. Su mirada tranquila, mostraba una seguridad prácticamente inusual. Esteban se perdió en sus pensamientos hasta que Ismael, desperezándose y estirando sus brazos hacia el cielo, le preguntaba alegremente qué pasaba por su cabeza.
–Nada, estaba buscándote hace un tiempo–le respondió mientras devolvía la pequeña a su padre– Estoy inquieto por unos rumores que han llegado…
– ¿Desde cuándo te preocupan los rumores, Esteban?– Ismael parecía extrañado por la preocupación de su amigo. Esteban se sentía avergonzado frente a la pregunta de Ismael, en su interior no encontraba el motivo real de su preocupación, los rumores no eran una fuente confiable de información, pero tenía un mal presentimiento al respecto, y así se lo informó a su amigo. – Entiendo, entiendo. – Ismael reflexionó un instante que a Esteban le pareció eterno– Bueno, Esteban, si realmente tu instinto te dice que algo no anda bien, mejor hacerle caso. Siempre me pareció más útil prevenir que curar. Dime si puedo servirte en algo…
–Estaba esperando que me lo dijeras Ismael, necesito tu ayuda. Sólo hay una manera de saber qué es lo que está ocurriendo realmente fuera del cinturón y es yendo a verlo con los ojos propios… –miró a la niña dormida en los brazos de su padre antes de continuar– Y te agradecería que me acompañaras, pero iremos solos, dejaré a las tropas listas para cualquier inconveniente que se presente… ¿Qué dices?
–Puedes contar conmigo, Esteban, sólo dime cuando nos vamos. –