el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

25.6.08

Capitulo IV

La cámara estaba alumbrada levemente. Muchos visitantes llenaban la comúnmente solitaria estancia de la Dama del Destino. Acomodados en la cámara circular, Damas y Señores del universo escuchaban a Destino -La Luna ha marcado la hora del final. Su aurora roja indica tempestad. Hemos llegado a un punto en que todo es fluctuante, no podemos detenernos ahora, hay que luchar.
-¿Pero no podemos hacer nada para dejar las muertes a un lado?- Cielo la miraba de costado, expectante a su reacción. Muchos de sus guerreros habían caído ya.
-Me temo que poco hay que hacer ya. Las líneas muestran que el destino se ha decidido; la kahina ha nacido, el guerrero ha terminado con la vida de su tormento, los enemigos se mueven rápido y los Libros corren peligro, la utopía ha llegado a su fin.- Destino fue terminante con su respuesta.
-Mi consejo es acabar con el martirio, y quitar del futuro los libros...- Se escuchó al fondo de la estancia, la Dama de Agua había emitido aquella opinión.
-¡No! No podemos hacer eso. Los libros son más antiguos que nuestras propias existencias, no podemos simplemente eliminarlos como si fuesen basura... Me niego.- El Señor del Fuego de la pasión se levantó de su asiento con desesperación en su rostro.
-No habrá de eliminarse los libros, tranquilizate. Pero debemos hacer algo. Esteban tiene el Libro Violeta en sus manos ahora y no tardará en ponerlos en las mías.- Cielo intentaba poner paz a aquella reunión. Todos los espíritus del universo reunidos en aquella sala era algo poco visto en toda la historia del universo.
-¿Qué te hace sentirte tan segura?- Le respondió el Señor.
-Qué lo conozco y confío en él. No necesito más. Destino, dinos que aconsejan tus mazos que hagamos.
-Las cartas muestran infortunios. Sangre ha de derramarse y traiciones nos acorralan. Debemos poner a salvo los libros, debemos prepararnos para una lucha sin precedentes en la historia de estos mundos. Peligra toda estabilidad, y poco podremos hacer para evitarlo.
-¡Basta Destino! No quiero seguir escuchando.- Una Dama, Arena, se negaba a seguir lamentando las futuras desgracias.
-¡No podemos negarnos a lo que se nos viene!- dijo la Dama del Hielo, Yhemani. La sala volvió a alborotarse.
-No digo negarnos. Pero mejor afrontar las cosas paso por paso. No nos precipitemos.
-Es una idea sabia la tuya, amiga. Creo que hemos dicho todo lo que teníamos para decir, ahora Damas, Señores... ¿Qué es precisamente lo que haremos?- Concluyó la Dama Mercuri de Agua.
-Juntaremos los Libros, y los pondremos a salvo, es momento de que la puerta del destino sea cerrada.- Destino miró a su alrededor.
-De acuerdo. Lo haremos...- Y el silencio reinó nuevamente.