el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

22.6.09

Capitulo V (Parte 7)

Artemis se encontró con Esteban esperándolo en la sala. Éste tenía una expresión sombría en su rostro. El felino se apresuró a preguntarle que sucedía. – ¿Qué ha pasado, que me llamas tan rápidamente? – El guerrero mantuvo el silencio un momento más antes de contestar.
–Artemis, esto es más preocupante de lo que habíamos pensado. Han vuelto los mensajeros enviados a Saturno, y sus noticias no son buenas. La misma Dama del Viento ha dicho que no tenía noticias de Cielo, ni sabía que ella tomaría caminos diferentes para volver. Nada le dijo. Nadie sabe dónde pudo haber ido. – El tigre se quedó mirando por la ventana. Las palabras no le resultaban sorpresivas, ya lo había imaginado, pero Esteban no sabía de ello.
–No te preocupéis por ello ahora. Ya suponíamos con Luna que Cielo decidió hacer algo antes de volver. Nada más podría explicar su tardanza. La cuestión está ahora en manos de Luna, ella averiguará qué es lo que retiene a Cielo lejos de aquí todavía.
–No es sólo eso, Artemis. Ya suponía yo también que algo retiene a nuestra Dama. No es mi mayor preocupación ahora, principalmente porque estamos hablando de Cielo. – Hizo un silencio, su expresión era preocupada y hasta asustada. Artemis lo apuró para que le diga qué lo tenía así– Artemis, me han llegado noticias, rumores. No lo sé, pero algo no está bien. Han llegado inmigrantes de otros mundos. Dicen que un batallón se mueve desde Marte. Destruyendo todo lo que se encuentra a su paso. Y tenlo por seguro, su destino es el Castillo.
–Esteban, ¡vamos! No podrán ingresar en el cinturón de asteroides tan fácilmente. Si un batallón se mueve y ya nos ha llegado la noticia, aunque sean rumores, implican que no están muy bien organizados. Ya no podrán hacer un ataque sorpresa. En vez de preocuparte, prepara a las tropas. Y manda espías a ver que tan cierto son esos rumores. Verás que no son amenaza. – El Tigre le quitó importancia al asunto. Ahora saber que había averiguado Luna era su mayor preocupación.
–Lo sé. Ya mandé a mis mejores hombres. Pero Artemis, recuerda una cosa, –Artemis posó sus ojos celestes sobre el rostro del joven guerrero. – hay dos motivos por los cuales un batallón se mueva con tan poco cuidado: o están mal organizados y no representan un peligro real...
– ¿O qué, Esteban? – Interrumpió Artemis.
–O son un verdadero peligro, y esto es tan sólo un señuelo de un plan bien elaborado.
–Con más razón entonces, entrena a las tropas, da una primera advertencia a la alianza. Sea como sea, no nos agarrarán por la espalda. – Dicho esto, el felino salió de la estancia, sin notar la preocupación creciente en la cara de Esteban, que pasado unos minutos, salió de la sala y se fue en busca de Ismael.

Luna corría velozmente hacia el Este, siguiendo las indicaciones de la Dama del Destino. Su mente iba tan rápido como sus patas, que surcaban el camino con gran velocidad. No podía comprender cómo no habían averiguado antes que era Asmodeo quién estaba detrás de la guerra. ¿Cómo era posible que Cielo no lo supiera? O quizás si lo sabía, y no había dicho nada. También podría haberse enterado en la reunión y por ello ir directo a ver a Mnemósine. Ahora debía llegar cuanto antes al recinto del Oráculo de la memoria. Allí, según Destino, encontraría a Cielo. ¿Pero qué la había llevado a ir en búsqueda de un espíritu?