el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

24.5.07

Mirando al Este

La mañana comenzaba, y con la luz cálida del Sol renacían los capullos de flor que reposaron por la noche cual bella durmiente. Las montañas se elevaban por encima de la vista mostrando esplendor natural ante el cual la vida humana no es más que una minúscula porción de materia. Así se observa un paisaje mil veces visto por pares de ojos que pasaron por allí. Y el caminante también lo veía, también lo sentía, también lo vivía. El Sol majestuoso que se hacía dueño del cielo le mostraba donde quedaba el Norte, Sur, Este y Oeste, como una ayuda memoria a dónde debía dirigirse. Llamó a su fiel compañero, y acomodo los bultos sobre el lomo de la hermosa bestia equina que lo acompañaba. Miró nuevamente la montaña, como queriendo retratar en su mente una imagen perfecta de tal majestuosidad. -Eso debo hacer, escalar una montaña alguna vez. Medirme con la naturaleza para demostrarme vencedor, sí, definitivamente algún día lo haré.-
El Este, allí estaba su destino, donde el viento indomable hace con la tierra lo que quiere. Donde el agua fugaz arrasa todo a su paso cuando no está contenta. Donde los misterios del hombre fueron enterrados hace tiempo ya, buscando un lugar seguro al cual no cualquiera pueda llegar. Allí se dirigía, con su fiel can compañero y la bestia equina.