el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

16.3.08

Capitulo III (Parte 4)

Mientras la Dama hablaba con una de las doncellas del castillo, Esteban se acercó a ella. Esperó a que terminara de hablar con la niña antes de dirigirle la palabra. Cielo lo miraba interrogante, Esteban daba muchas vueltas para decirle algo concreto, y aquello no le agradaba.
-¿Por que no me decís directamente que te preocupa, Esteban? ¿Desde cuándo sois amante de las vueltas?- Esteban se sonrojó. La Dama no pudo evitar sonreír. Su joven guerrero no era más que un muchacho comenzando su madurez. Aunque sus años contaran más de lo que un humano tomaría por juventud. La raza de aquellos guerreros era única y longeva. Sus años pasaban con lentitud permitiendo que adquieran grandes habilidades de lucha para cuando tuvieran la edad suficiente para pelear. Esteban era parte de una casta milenaria de guerreros audaces, y su sueño se había realizado cuando la Dama lo congregó para unirse a sus tropas. Ahora, sin embargo, necesitaba consejo externo sobre la dominación de su ser. Y para ello necesitaba volver a su viejo hogar, donde su gente, principalmente alguien en particular, podría aconsejarlo.
-Lo siento, es que debo pedirle un favor mi señora. Supongo que sabréis la conversación que he tenido con Artemis y Luna...-
-Algo, sí. Ellos me comentaron que estaban preocupados por ti...- Esteban bajó su mirada al suelo. -Si necesitáis algo, pídemelo. Pero mírame a los ojos, Esteban.- En el acto, el guerrero obedeció.
-Cielo, necesito partir a mi pueblo. Necesito ir a buscar algo...- La Dama se rió, dejando sorprendido a Esteban.
-Esteban, si deseas ir en busca de Alexander, llamalo aunque sea por su nombre. No creo que le guste que lo menciones como "algo"- Esteban se había sonrojado aún más. No esperaba que Cielo reaccionara tan apaciblemente. Sin embargo, por un lado se sentía tranquilo mientras que no tuviera que admitir que era lo que lo llevara en búsqueda de su viejo maestro. Aquel que le había enseñado el arte de la guerra. Su mesías íntimo, no había en el universo ser que conociera mejor a Esteban que Alexander, su tío. Volvería a las montañas azules, donde años atrás había vivido su niñez. Volvería al pueblo escondido del terror que avanzaba cada día más. Dudaba con lo que se encontraría una vez allí, pero sabía a la perfección que si necesitaba encontrar respuestas, solo su tío sabría dárselas.
Cielo le indicó que fuera sin dudas. Notaba en su alma una inquietud que dejaba al guerrero quieto en el camino. Deseaba poder ayudarlo, mas sabía que no estaba en sus manos las palabras o acciones que pudieran poner en movimiento las ideas del joven. Prefirió no incurrir en los motivos que lo llevaban al regreso a las montañas azules, aunque podría sospechar algo por las charlas con los dos felinos. A pesar de todo, su mente en estos momento no podía alejarse de la niña y sus padres. Decidió que Ismael, si aceptaba, podría reemplazar a Esteban en su ausencia, y así se lo comunicó, quedando éste conforme. Mientras, Nojami debería dedicarse a cuidar de la niña. Las semanas pasaban, y la pequeña crecía. Si se descuidaban del tiempo, antes de que se dieran cuenta, habrían pasado los tres años que separaban el inicio del entrenamiento de la corta infancia de la que disfrutaría Jakiru. Advirtió a Esteban de que tuviera cuidado y le dio su protección. Quedaron que en dos días el guerrero partiría.

Los dos días pasaron con intensidad poco habitual. La Dama, Nomi e Ismael se encontraban en el jardín para despedir a Esteban. Le desearon suerte y le aseguraron que podría encontrar sus respuestas y volver pronto con ellos. Esteban sonreía a esas palabras tan típica de esas ocasiones, pero no por eso menos reconfortantes. Finalmente se despidieron. Artemis y Luna lo habían saludado y dado sus buenos deseos temprano, antes de salir en una misión. Nadie pensó que pasaría algún tiempo hasta que lograra volver.

1 comentario:

Princesa Dariak dijo...

.. encontrar sus respuestas.
Eso me quedò picando...

Que la dama del viento te susurre, permite al silencio su voz.. y escribe.
Por mi parte, al querer reenviarte la primera parte de la historia me di cuenta que necesita una revisiòn general, la que no estoy haciendo -soy sincera- pues no tengo tiempos. Por lo menos en este ahora. Asi que te pido disculpas.

Gracias por visitarme, nos mantenemos en contacto, guerrera.
Abrazos de Luz.