el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

23.2.08

Capitulo III (Parte 3)

La sala estaba vacía, Esteban se encontraba admirando los paisajes mientras esperaba a Artemis y Luna. La hechicera, su marido y la niña habían salido, y los sirvientes no se entrometerían. Previo arreglo con Cielo, los felinos decidieron que era el momento de hablar con el guerrero. La puerta se abrió dejando pasar a una pantera negra y a un tigre blanco que rápidamente se dispusieron frente a Esteban. El guerrero sospechaba apenas lo que iban a decirle. Era consciente de que su actitud en las últimas semanas no había sido del todo ejemplar. Sin embargo, no acertaba a imaginar las palabras de los dos guardianes que se encontraban frente a él. El silencio reinó en la estancia mientras los tres allí sentados, el guerrero mirando al suelo y los felinos con sus ojos clavados en la expresión de él. Finalmente, sabiendo que eso se esperaba de él, Esteban les preguntó qué era lo que realmente deseaban decirle con tanta urgencia. Artemis tomó la palabra -No es sólo la urgencia lo que nos lleva a hablar contigo esta tarde, sino la preocupación, Esteban... Creo que ya sabrás, porque ya te lo he dicho, que últimamente estás tomando actitudes que pueden salirse de tu control, y eso implicaría un alto precio para todos...- Pero el guerrero lo interrumpió,
-Artemis, creo que te estas precipitando. Te reconozco que no he estado del todo tranquilo estos últimos tiempos, pero de allí a llevarlo al punto de que puedo tomar decisiones equivocadas y apresuradas, creo que es demasiado...- Miró fijamente a los ojos de Artemis, mas no pudo sostenerle la mirada. El guerrero era consciente que aquellos dos seres eran mucho más que felinos de guerra, sabía a la perfección que ellos poseían poderes que nadie imaginaría. Luna estaba callada, había adoptado una postura silenciosa que ponía un tanto nervioso a Esteban, que bien conocía el carácter de la pantera, altiva y directa, cuando hablara sus palabras le dolerían como puñaladas en el corazón. Era una escena llena de tensión, el guerrero se había puesto a la defensiva y los felinos lo habían supuesto.
-Esteban, no te lo tomes como un ataque, nosotros tenemos el deber de custodiar este lugar, y a ustedes. Creo que es necesario que hablemos de esto antes de que realmente pueda salirse de nuestras manos. No. No me mires así. Ya admitiste que mis sospechas no son infundadas. Has estado comportándote de una manera imprudente, y molesta. Y creo saber a qué se debe tu extremo nerviosismo... Desde la caverna...- Esteban se quedó callado. Luna lo miraba, su mirada se entrometía en la misma piel del guerrero y descubría que estaba asustado. Él, por su parte, no podía dejar de admitir que su encuentro con su viejo amigo y compañero de toda la vida había sido un duro golpe. Quizás más duro de lo que debiera. Pero creía aún poder dominar la situación, ¿acaso no habíanle confiado la capitanía de las tropas? ¿Por qué no confiaban en qué podría dominar sus propios sentimientos? Su mente era un remolino de ideas: Hemer, su vieja amistad, su visión de él avanzando con su espada dispuesto a luchar, los felinos, Artemis deteniendo el ataque de Hemer para que Esteban escapara, Luna mirándolo, Cielo que no le contaba sus conversaciones pasadas, las tropas luchando, la próxima batalla, la próxima lucha que tendría, el próximo encuentro con su mejor amigo que ahora era su enemigo...
-Esteban, escúchame- la voz de Luna era suave y asomaba a lo maternal, aunque era realmente un sentimiento de compasión. Ella lograba ver el interior de aquel hombre que se debatía entre el sentimiento y el deber. Que luchaba constantemente contra sus propios demonios internos. Era una difícil lucha y complicada de ganar. Luna lo comprendía.- Debes entender que nosotros queremos ayudarte. Sabemos que ésta es tu propia lucha personal. Y yo confío en que no la llevaras al campo de batalla. Tú mismo lo sabes bien, Cielo te confió la capitanía de nuestras tropas aquí, y es una gran responsabilidad. Lo único que queremos hacer es advertirte que debes tener la cabeza fría. No puedes dejarte llevar en un arrebato de quién sabe qué sentimiento, pensando que podrás controlarlo. Porque bien sabemos que tú eres propenso a tus impulsos, que en cuestiones de guerra nos han servido mucho, pero aquí no eres objetivo, no ves al enemigo como el que es realmente, y confundes tus recuerdos con la nueva realidad. -Artemis observaba a Luna mientras ella hablaba, intentando trasmitirle sus pensamientos.- Y por favor, Artemis, déjame hablar a mí. -el tono de Luna se endureció- Esteban, bien sabes que tenemos nuestras razones para estar preocupados y lo mejor es que nos hagas un poco de caso en esto que te decimos, no sólo por tu bien, sino por el de todos; un error tuyo, como ya dijo Artemis, puede costarnos muchas cosas a todos... Y luego de todo lo que hemos pasado y lo que estamos haciendo para tratar de contener y vencer a nuestro enemigo, dejarlos valerse de un arma tan eficaz como alguien que debilita a uno de nuestros capitanes. Creo que no es la idea.- Luna terminó su discurso y miró fijo a sus dos acompañantes. Esteban tenía la mirada clavada en el suelo todavía y Artemis disimulaba su leve disgusto por ser callado de esa manera. Sin embargo, la felina sabía en su interior que su charla había surtido efecto. Esteban lo confirmó.
-Luna, tienes razón en muchas de las cosas que dices. Sin embargo, aún creo en mi fortaleza para saber separar mi campo personal de batalla del que luchan las tropas lunares. Les pido que me tengan un poco más de confianza y deben algo de crédito. No creo haberlos defraudado antes, y no tengo pensado hacerlo ahora. Les pido que me tengan algo de paciencia. Necesito meditar algunos de los problemas que atarean mi mente... ¿Cielo también opina como ustedes?
-Cielo no sabe más de lo necesario. Le hemos dicho en general cuáles eran los motivos que nos llevaban a hablar en estas condiciones contigo.- Le respondió Artemis. Y los tres cayeron nuevamente en un silencio. Esteban meditaba, tenían razón, se estaba comportando de manera reprochable y debía de hacer algo. Quizás lo mejor sería ir en busca de consejo. Y sólo había un lugar donde lo conseguiría.
-Hablaré con Cielo, si ella me da el permiso, iré a buscar a alguien que puede ayudarme a no perder tanto la calma... Eso es todo lo que puedo prometerles. No voy a cometer más errores, y lo mejor es encontrar una respuesta que calme mi ansiedad.- Luna y Artemis lo miraron y comprendieron. Era el momento en que cada uno buscara las respuestas que necesitaba antes de volver a la batalla. Ahora, debían admitirlo, tenían más fe en el joven guerrero.
-Cuentas con nosotros, no lo olvides. En estos momentos en que la vida se aprecia tan poco, debemos valorar a los amigos. Busca tus respuestas y vuelve a luchar...- concluyó Luna, se levantó y salió de la sala, seguida por Artemis, dejando al guerrero aún sentado en el sillón, mirando por la ventana el extravagantemente hermoso paisaje árido de la Luna.

19.2.08

Capitulo III (Parte 2)

Artemis y Luna se encontraban dando un paseo por las afueras del pueblo. Lejos de todo compartían un momento de intima tranquilidad. El Sol los apremiaba con sus rayos. Caminaron hasta encontrar un refugio, dónde se acostaron a descansar. Luna notó que la cabeza del Tigre era un remolino de ideas, -¿Qué es lo que tanto te preocupa, Artemis? Se nota que no estás tranquilo.- El felino la miró conteniendo una sonrisa, eran un complemento: negro y blanco, oscuridad y luz, el yin y el yang. Ella siempre sabía cuando algo le pasaba, incluso cuando ni la Dama sospechara que estaba intranquilo. Miró hacia afuera de la caverna, estaban solos en medio de la nada.
-Me preocupa Esteban, pero no quería hablarte de esto ahora...- Luna lo miró con ternura, aunque solían llevarse de los pelos cuando tenían de discutir algo o tomar decisiones, no podían negar que ellos eran perfectos el uno para el otro. Habían nacido para estar juntos, y luchar y proteger. Artemis continuó.- Ha estado extraño últimamente. Al parecer no esta contento con nada, o está siempre alerta. Creo que el encuentro con Hemer le ha trastornado.- Luna lo escuchaba atentamente, ello era preocupante, si el guerrero se equivocaba por una pasión, muchos morirían. Siempre supieron que la amistad perdida de Esteban traería un problema, más al saber que los enemigos habían encontrado una válvula de escape al rencor de Hemer. Ahora debían de tomar una decisión. Alejarlo del campo de batalla sonaba precipitado o incluso absurdo, desde el punto de vista de Luna. -Con razón, tú siempre lo proteges. Pero ten en cuenta que ahora ellos saben un punto débil en nuestra formación, ¡No podemos dejar que ataquen donde más nos duela!.-
-Estás siendo apresurado, Artemis. Y no lo protejo. Esteban está en condiciones de luchar... Además las cosas se han calmado, el enemigo sufrió grandes pérdidas y necesita regenerarse. No tendremos problemas en ese ámbito por ahora. ¡No comiences a mirarme de esa manera! Por favor, entra en razones...- Luna se había parado y miraba al tigre recostado aún en el piso. -Creo que deberíamos considerar bien los hechos. Tú ya lo observaste. ¿Estás seguro que es por Hemer que se puso así?
-Cuando fue el ataque a la caverna, al verlo, Esteban se quedó sorprendido. Por ello salí a ayudarlo. Una vez dentro, Esteban comenzó a perseguirse, con que si era seguro el lugar y cosas por el estilo... -Luna permanecía en silencio, escuchando- Luego, en Dione. Miraba a la gente como con rencor... Aunque diría más que con impaciencia. Creí que en algún momento se pararía y gritaría a todos que miraran a las Lunas en el horizonte. No exagero, te lo juro Luna... Incluso en Saturno, mientras descansábamos, estuvo todo el tiempo inquieto, ¿No me digas que no lo notaste?
-Ahora que lo dices, tienes razón... Hubo días en que su rostro mostraba demasiada preocupación. Pero sigo sosteniendo que eres demasiado drástico si piensas por eso alejarlo del resto de los guerreros. Sabes a la perfección que si Esteban se encuentra así por su reencuentro con ese individuo, es su propia batalla personal, no lo trasladará a la guerra. Por algo Cielo lo eligió como guerrero y capitán de las tropas, Artemis. Ella debe de saber lo que hace.- Artemis se quedó meditando. -Quizás lo mejor sea hablar con él. Preguntarle directamente, y si se resiste, usaremos mi poder. Él no podrá evitarnos ni engañarnos. ¿Qué te parece?
-Está bien. Creo que es lo mejor que podemos hacer por ahora y ponernos de acuerdo al mismo tiempo. Hablaremos con él. Pero debemos ser conscientes de que intentará quitarle importancia al asunto, sin embargo, yo creo que esto puede ser grave si no tomamos precauciones. No me gustaría perder un guerrero como Esteban...
-Bueno. Lo haremos así. Regresemos al castillo, el paseo se alargó demasiado. Buscaremos a Esteban por la noche y hablaremos con él.- Los felinos emprendieron el regreso al castillo mientras en lo lejano del cielo, la Tierra rotaba lentamente.

16.2.08

Capitulo III (Parte 1)

Una llanura familiar se presentó ante los ojos de Esteban. El suelo pedregoso y grisáceo le daba la bienvenida a la primera Luna, la luna terrestre. Nojami e Ismael se miraron a los ojos. La pequeña niña dormía apaciblemente. Cielo se acercó al grupo y con un leve movimiento de la cabeza les indicó que caminaran. A lo lejos podía verse una ciudad, protegida de los vientos estelares por las pequeñas colinas. En lo alto de la más grande, se divisaba un castillo, similar al que habían abandonado hacía una semana. No es una tarea sencilla describir ese hermoso y peculiar paisaje. Árido, apagado, era una magia en el aire lo que lo hacia tan atractivo. Allí se respiraba paz. Quizás era uno de los pocos lugares en los que la paz seguía reinando. Mientras miles de seres en los mundos morían en la batalla, allí los habitantes de la Luna, seguían sus tareas, aprovechando su protección. Sin embargo, más allá de la vista, a las afueras del pueblo, los guerreros recuperaban fuerzas. Como base de recuperación, las mujeres y los niños curaban a los heridos que llegaban cada día. Les daban un respiro de ese aire tan puro y fuerzas para continuar. En momentos de guerra nadie estaba ocioso. Ismael recordó viejos tiempos, algunos años atrás, cuando él era uno de esos guerreros. Esteban miraba hacia todos lados como buscando a alguien conocido. Ya cerca del pueblo, Cielo habló -Esteban, ve con los guerreros, tu eres su líder. Recoge las novedades y luego reúnete con nosotros en el castillo.- La dama dirigió su mirada a Ismael -Sé que desearías ir, pero es preciso que hablemos los tres lo antes posible, por tu hija.- Ismael aceptó y tomaron el camino que los llevaba a lo alto, hacia el castillo, mientras que Esteban siguió al fuerte.
El castillo estaba construido de piedra blanca, con enormes ventanales que daban a unos jardines de ensueño. Flores blancas. Siempre eran flores blancas las que adornaban esos paisajes únicos. La puerta se abrió para darle paso a Cielo y sus acompañantes. Una doncella, apenas una niña parecía, les ofreció algo de tomar y los condujo al salón. -Gracias, Anabell, puedes irte. Prepara las habitaciones, Esteban llegará en unos momentos.- La doncella movió la cabeza afirmativamente y desapareció por una puerta. La Dama continuó su discurso -Ismael, supongo que Nojami te habrá contado lo del rito. Jakiru ya tiene corriendo por sus venas la sangre sagrada, fundida con la propia heredada de ustedes dos. Será fuerte, gracias al poder de su madre y la fuerza de su padre. -Ismael le sonrió complacido- Pero ahora aún nos espera un largo camino. Es demasiado joven para blandir una espada, hasta dentro de tres años ella no comenzará a entrenar. Pero ustedes dos podrán enseñarles las delicias de la vida, los misterios del universo y las historias de su familia. Ella los comprenderá porque veo en sus ojos grandes ansias de descubrir aquello que la rodea. Mas sabéis los dos que esto no será para siempre. Cuando Jakiru llegue a la edad de los cuatro años, Nojami, debéis finalizar tu promesa.- La hechicera miraba el suelo. Su mente era un remolino de ideas y recuerdos: Una noche, la Luna llena brillando en lo alto del firmamento. Ismael la aguardaba a una distancia prudente, y la Dama, allí frente a ella parada. La hechicera miró las estrellas, y luego a los ojos de la que había sido su maestra, su guía, la que le había abierto las puertas a la magia de la Luna, cuando el resto le habían dado la espalda. No sabía si estaba haciendo lo correcto, únicamente seguía lo que les decía su corazón.
"-Cielo, he tomado mi decisión. Sabéis a la perfección que luego de ti, en la más estima tengo a la Dama del Destino. Si ella ha hablado es porque lo sabe. No confío en mi fortaleza y me creo insuficiente para llevar a cabo una misión así. Pero si mi primogénita ha de ser una Kahina, una de esas guerreras de las que tanto me has contado. Así ha de ser. Sin embargo, sé también que este honor no me es gratuito. Cielo, dime con qué pagaré que mi hijo sea un ser único. -La Dama la miraba a los ojos. Ismael se había unido al grupo. Los tres allí, bajo las estrellas estaban firmando un pacto secreto e infinito.
-Mi niña... Tu hija, porque será una mujer la que tenga el poder de reencarnar a las Kahinas, será una guerrera impura, dado que vos, Nojami, no eres una guerrera de las Lunas, y sabemos también, que un poder oculto vive en ti. En cambio, la descendencia de tu sucesora serán puros. La línea de sangre comenzará con ella, al completar el ritual, su sangre mestiza se fundirá con la última aún conservada de la última Kahina. Luego de eso, tres años tendrán para vivir y disfrutar a su hija. Al cuarto año, ella deberá comenzar su entrenamiento, y ustedes deberéis dejarla a mi cuidado y a los de Luna y Artemis. No os preocupéis que ella tendrá completa consciencia de que ustedes son sus padres y los amará como tales, pero no podréis vivir con ella. Su destino es aprender las antiguas estrategias de batalla y diplomacia. Un poco la verán crecer. Debéis seguir sus vidas. Ese es el trato, Nojami.- La hechicera la miró fijo. Le estaban pidiendo que entregara a su hija, el primer fruto de su amor por Ismael. Que aceptara vivirla cuatro años, y luego dejarla. Era un sacrificio demasiado grande... Ismael la miraba, buscando sus pensamientos, pero la mente de Nojami era impenetrable.
-Cielo... Hazme un único favor, me estáis pidiendo que te de lo más sagrado que tendré en el mundo, mi primer hijo, mi primogénita. Pero no puedo simplemente abandonarla a su dicha. Lo único que te pido es que no nos separéis por completo. Te juro por la Luna, que no interferiré en su entrenamiento y respetaré lo que me pidas... Todo salvo que me aleje definitivamente de mi hija, no podría soportarlo.- La dama la miraba atenta. Comprendía el deseo de su corazón, pero no sabía. Nojami sería su madre. Quizás... Suspiró.
-Está bien, Nojami. Acepto tu petición. Sería injusto para tu bebé también. Pero deberán aceptar mis negativas en momentos de angustia. No hay tiempo para errores. Ya larga será la espera hasta que vuestra niña pueda luchar, no podemos retrasarnos más."

Cielo miraba a Nojami, intuía cuales eran sus pensamientos. Y esperaba a que la hechicera se sintiera lista para hablar. Ismael apoyó una de sus manos en la rodilla de su amada, y la volvió a la realidad. -Amor mío...- Nomi le sonrió y dirigió sus ojos a los de Cielo. No se sorprendió al ver cansancio, dolor y el universo mismo dentro de ellos.
-No te preocupes Cielo, cumpliré. Sé que tú harás lo mismo.- En ese instante Anabell abrió la puerta y dejó pasar a Esteban. Su rostro era tranquilo, le habían dado buenas noticias, y el enemigo se encontraba calmo. Tendrían un respiro antes de volver a batallar. Cuando se percataron que la doncella seguía en la puerta, ésta les comunicó que las habitaciones estaban listas y podrían ir a descansar si lo deseaban. Los cuatro le agradecieron y se levantaron para irse a sus respectivos aposentos. La niña se ruborizó cuando Esteban pasó junto a ella y le dedicó una sonrisa. Ya en su habitación, Ismael y Nojami dejaron a su hija en su cuna y se dedicaron a mirar el paisaje desde los grandes ventanales. El guerrero sentía gran nostalgia por sus años de lucha.
-Recuerdas amor, cuando nos conocimos yo era un simple guerrero de la Luna y tu la más hermosa hechicera que había visto en mi vida.- Su mujer se ruborizó, como cada vez que el le decía algo como aquello, como cada vez que la acariciaba y la besaba. Su amor era puro, imperecedero. De ese amor había nacido la niña. Y con ella compartían esa eternidad que siempre los uniría.

15.2.08

Carta a una hermana desconocida

Hay tantas cosas que quisiera decirte, hermanita, que no me alcanza el momento para pensarlas. Pensar que hace poco que la vida nos juntó. Luego de separarnos por quién sabe realmente cuantos años, nos hemos encontrado. Luego de la muerte de los padres. Luego de la infancia pasada. Luego de que nos enviaran a lugares desconocidos. Finalmente nos hemos encontrado. Sin saberlo, tantas palabras habladas, tantos momentos juntas, sin siquiera sospechar una cruel y feliz verdad. Tantas afirmaciones sin confirmar, que resultaron ser más que ciertas. Todo sucedió con una velocidad increíble. Miro hacia atrás y veo que sólo fueron unos meses, y sin embargo, pasaron tantas cosas, sufrimos tantos arrebatos en noches de vigilia. Ambas, al lado una de la otra. Pero llego, después de tanta reflexión, al hecho de que en la tarea de mantenernos en pie, no llegamos a compartir algo del tiempo que pasamos separadas. Siento, a veces, miedo de que en algún momento todo concluya de manera que nuestra separación, aunque sea sólo temporal, aunque no corta, sea inminente. De que no tenga la posibilidad de conocerte realmente. De que todo termine siendo un recuerdo más, feliz, demasiado feliz, pero recuerdo al fin. El futuro suele ser tan incierto, y no podría soportar no llegar a saber que es lo que realmente eres.
Conozco sólo una parte de ti, reconozco quizás algunos gestos también que me son familiar. Pero lo que me da miedo, es en algún momento reconocer algún parentezco con esa parte de mí que trate y sigo tratando de corregir. Esa parte que según Luna, es de papá. Una pasión a luchar, a seguir luchando, a olvidarse de todo por el fin que se persigue. Tal vez no lo exprese con claridad, cuesta tanto hablar de lo que poco se recuerda; lo que sé es que veo esa actitud de continuar, de seguir y no parar aunque veamos que el camino no es seguro para continuar. Muchas veces eso es lo que realmente necesitamos, seguridad... Pero que sé yo, hay veces que las cosas pueden terminar mal por el mismo motivo. Quizás me equivoque. Ojalá me equivoque. Pero la verdad es que tengo miedo... Miedo a volver a perderte. Muchos años soñé con que mamá y papá estuvieran vivos, o que al menos, hubieran dejado un hermano. Y pensar que todos esos sueños, no eran más que, quizás, ansias de recordar un pasado escondido.
Hay tantas cosas que quisera saber, tantas cosas que quisiera contarte. Son muchos los momentos en que hubieramos sido complices o estado enfrentadas, tal vez. La cruda realidad es que cuando a penas teníamos consciencia de existir, nos alejaron. Primero a mí de nuestros padres, pero eso era un trato, del cual no me quejo realmente. Luego a vos de ellos, y por último, para terminar el trabajo los mataron como animales. Ellos arriesgaron sus vidas por nosotros, ellos lo dieron todo, hasta el último momento. Ambas sufrimos, diferentes pesares, diferentes pasados... Que terminan conjugandose en uno mismo, en uno que trataron de borrar. A mí me tocó una vida de lucha cuerpo a cuerpo, de guerras perdidas y ganadas. A ti te toco sufrir la represión de tu ser, de tu esencia. Tu lucha personal con los que decían que era mejor quedarse atrás. A mi me mandaron siempre al frente, a vos a la retaguardia. Son dos lugares de batalla completamente opuestos, pero en ambos se siente el mismo dolor, el dolor de quizás a veces sentirse solos. Sigo en que es complicado explicarme con claridad, creo que soy demasiado ambigua, y es porque ahora mismo mi cabeza es un caos, hay muchas cosas que quiero decir, muchas otras que estan escapando a mi memoria. Nunca fui buena para las cartas, es un hecho, Jean siempre me lo dijo. Y la verdad no tengo ganas de contar una historia ficticia para decirte todo lo que siento, lo que pienso. Sólo quiero que algún día nos sentemos a hablar, sin reproches, sin prejucios, sin antedichos. Abrirnos completamente la una con la otra, contarnos y decirnos exactamente lo que queremos decir, sin pensarlo dos veces, simplemente ser sinceras. Hablar de nosotras, de nuestro pasado perdido... Dejando el futuro para más adelante. Dejando los problemas y persecusiones en un decimonoveno plano. Olvidarnos un momento de que el mundo se acaba, de que hay que seguir buscando, de que hay que protegernos. Simplemente hablar de hermana a hermana, de una a una. Sacar a la vista ese lazo que siempre nos unió, eso que sabíamos que por una extraña razón iba a tenernos unidas toda la vida y ahora entendemos que es. No hablo simplemente de acá. Hablo de nuestra verdadera vida, la que nos quitaron, la que nos quieren evitar recuperar. Quiero que fortalezcamos eso que la vida nos dio, esa relación que comenzó desde que naciste del mismo vientre que yo. Sin títulos, sin reparos. Somos dos, hechas uno por el amor de nuestros padres. Ellos viven aun en nosotros, ambas tenemos mucho de ellos, tanto bueno como malo. Yo reconozco algunas cosas mias, quisiera que puedas reconocer las tuyas, y que podamos compartirlas. Quizás así, ambas podamos llegar a conocerlos algo mejor.
Es el día de hoy, que me siento a decir todo esto, que espero que vos, realmente vos, lo leas, y me digas lo que pensas. Que me mandes a la mierda por la cursileria si queres, como quizás haría yo si lo leyera desde afuera. Pero hay una realidad que ya no puedo cambiar, que siempre existió y antes no le encontraba explicación. El que sos todo para mí, el que, inevitablemente, me podes. Que haría hasta lo último por vos y el que jamás en mi vida te abandonaría, ni permitiría que te hicieran daño. Lamento no haberlo podido hacer hasta ahora. Lamento no haber sido la hermana mayor que necesitabas. Espero que tengamos en algun momento la oportunidad de remendar eso. Espero que llegues a ser tan feliz como te lo mereces. Y sinceramente espero poder hacer algo para que ello, a pesar de los obstaculos que conocemos, se realice.
Es todo lo que tengo para decir ahora, o mejor dicho, es todo lo que logro encajar en algo coherente por el momento. Te adoro con toda mi alma, hermanita mia. Estoy aca, siempre lo voy a estar. Sabelo.


Tu hermana mayor,

Jakiru.

3.2.08

Capitulo II (Parte 7)

Estaban los tres sentados junto a la puerta de una cantina, en Dione. El guerrero más joven miraba ansioso a la gente que caminaba por la calle sin más, como si esa noche fuera como el resto de las noches de sus vidas. Artemis lo miró con regaño, Esteban se estaba comportando como un niño pequeño, y no entendía por qué. De un momento a otro, Ismael se puso de pie- Debemos irnos. Ya esta hecho, ¿no es así Artemis? ¿Para que seguir esperando?- Miró fijamente al Gran Felino, impaciente, le preocupaba su mujer y su hija; sabía a la perfección que con Cielo y Luna debían de estar a salvo, pero en esos tiempos de guerra, era mejor evitar tentar a la desdicha. Artemis entendía a medias las preocupaciones de aquellos dos guerreros. Le ponía alerta enormemente las sensaciones ambiguas de Esteban, que parecía extrañamente nervioso, como si sintiera peligro a cada paso que daba. Finalmente extendió sus patas, elevándose un metro a la cruz del piso, se desperezó e indicó a los dos hombres que aceptaba sus pedidos y fueran a cruzar el portal. Mientras caminaban hacia un llano a las afueras del pueblo de Zia, ciudad habitada de Dione, el felino miró nuevamente a Mimas y Encélado. Ambas lunas descansaban en paz en lo lejano del horizonte. En su interior comprendió que todo había salido según los planes, al llegar al castillo, hablaría con Luna sobre la actitud del joven guerrero y juntos decidirían que medidas tomar.
Ya en los jardines del castillo Nojami arropaba a su hija, la marca en la frente, brillante en un primer instante como hilos de luz, poco a poco se fundía con su piel, apagándose. Cielo se detuvo un instante en la entrada. Algo la prevenía. Sentía en su pecho una punzante sensación, como si fuera una advertencia. Miró rápidamente a Luna -Artemis está abriendo el portal en Dione en este instante, dentro de unos minutos llegaran al castillo. Rápido, lleva a Nojami y a Jakiru adentro y que se preparen para partir, regresaremos a la Primera Luna a penas estén listos.- Luna se quedó quieta escuchando sus palabras y sus silencios. La inquietud le hizo erizar su pelaje. Acompañó a la hechicera al interior del castillo, dejando a la Dama fuera. Sola, junto a la fuente, Cielo observaba las estrellas -Dime, Destino, que mis miedos son infundados.- Sin que nadie más lo notara, una estrella parpadeó tres veces, la expresión de la bella Dama de Luna se ensombreció.

Artemis la vio parada mirando detenidamente la imagen de la fuente del jardín. Un Dragón se posaba sobre sus patas traseras, extendiendo las alas y emitiendo un mudo rugido de desafío al firmamento; suavemente, una flor se entrelazaba con él. La unión de los opuestos, de dos tipos de vida, del universo. Con una seña, les dijo a los guerreros que entraran y fueran en busca de Luna, debían de haber novedades esperándolos. Con pasos lentos, se acercó a Cielo. -Mi bella Dama ¿Algo la inquieta, no es cierto?- El Tigre Blanco posó sus azules ojos sobre el rostro, aún sombrío, de su ama.
-Artemis... ¿Crees que el pasado sea el peor de nuestros enemigos? -el felino permaneció callado, meditando- Yo lo creo firmemente. Los fantasmas de la vida son unos de los peores inquisidores de todos los seres de este universo. Años he vivido, he luchado, he cumplido mi deber. Nunca pensé que realmente necesitaríamos llevar a cabo el ritual de hoy, nunca pensé... que algún día realmente usaría esa sangre tantos años, siglos guardada en la palma de mi mano para volver a la vida a las guerreras únicas. ¿Sabes? Cuando me enteré que sería destinada a Dama, cuando aún las Damas elegían la mortalidad de su raza, me emocioné realmente... -un silencio, Artemis escuchaba la reflexión de Cielo con suma atención- Pero, no imaginé que los sucesos nos llevarían a perder tantas cosas amadas. Quizás ya lo sabes, pero las Damas hemos elegido la inmortalidad en aquel entonces. Es difícil, una piensa que vivir todas las vidas juntas no sería algo tan agotador. Sin embargo, todas las alegrías, todos los pesares, todas las emociones que deberían estar repartidas en la memoria de cada vida, pesan sobre la mía. Los dolores hacen comprimir mi corazón como cuando sucedieron hace cientos de años. La guerra que nos llevó a la opción desesperada de no morir ante nada, mejor dicho, casi nada... Esa misma es la que se está luchando hoy. -la dama hablaba con su mirada abstraída en la observación de la estatua- Ay, ¡Artemis! Siento que es injusto, siento que ahora estoy condenando a una niña, a una pequeña niña a vivir una vida diferente a todas las demás. Porque ¡he conocido a las Kahinas de antaño! Sé lo que es vivir para luchar, comprender las incoherencias del universo, aprender a vivir en diplomacia, y a blandir la espada y el báculo. Lo peor, porque realmente a Jakiru le espera algo peor... Es que por lo menos las antiguas guerreras, sucesoras siempre, Artemis: Una línea de sangre que marcaba el destino de toda primogénita. De madres a hijas se trasmitía el conocimiento de la lucha y el consenso. Eso hacía el entrenamiento más llevadero. Pero Jaki, ella no podrá vivir esa vida, es única en su especie, y Nojami no podrá entrenarla, no podrá verla crecer con lo a menudo que desearía. No sé como afectará eso a la niña, quizás previniendo alguna de sus debilidades remarquemos otras. Quién sabe. Corro con la ventaja de que aunque sea conozco el entrenamiento, pero estoy segura que la sangre que ha recibido hoy se ha fundido con la de ella, el instinto de las guerreras es ahora el suyo. -guardó unos segundos de silencio, perdida en el laberinto de su pensamiento- Artemis, mi fiel guardián, me has estado escuchando con atención y complacencia, te lo agradezco... Siempre fuiste un alma comprensiva, y tienes la capacidad de hacernos sentir en paz a los que estamos a tu alrededor- Cielo miró a los ojos al Tigre.
-Mi Dama, sabe a la perfección que siempre estaré a su servicio. Mi vida es suya.- Mas la Dama detuvo las palabras de agradecimiento del felino.
-Artemis, la Dama del Destino dispuso que la guardiana principal de Jakiru sea Luna. Pero veo en las estrellas y en las líneas regentes que tú tendrás un papel tan importante en su vida como ella. Tú la acompañarás y serás su fiel oyente y sabréis darle consejo en momentos de apuro. Junto con Luna: Luz y Oscuridad. Sabiduría y Fuerza. Ustedes dos serán los que la protejan. Los que la guíen cuando yo no pueda hacerlo. La marca de la Luna se funde con la marca kahina. Cuando ella los necesite, ustedes dos lo sentirán. En fin -suspiró- volvemos a la Luna terrestre. Prepárate. Nos esperan tres años hasta que el verdadero entrenamiento comience. Hasta entonces nada será fácil. Nada.