el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

16.2.08

Capitulo III (Parte 1)

Una llanura familiar se presentó ante los ojos de Esteban. El suelo pedregoso y grisáceo le daba la bienvenida a la primera Luna, la luna terrestre. Nojami e Ismael se miraron a los ojos. La pequeña niña dormía apaciblemente. Cielo se acercó al grupo y con un leve movimiento de la cabeza les indicó que caminaran. A lo lejos podía verse una ciudad, protegida de los vientos estelares por las pequeñas colinas. En lo alto de la más grande, se divisaba un castillo, similar al que habían abandonado hacía una semana. No es una tarea sencilla describir ese hermoso y peculiar paisaje. Árido, apagado, era una magia en el aire lo que lo hacia tan atractivo. Allí se respiraba paz. Quizás era uno de los pocos lugares en los que la paz seguía reinando. Mientras miles de seres en los mundos morían en la batalla, allí los habitantes de la Luna, seguían sus tareas, aprovechando su protección. Sin embargo, más allá de la vista, a las afueras del pueblo, los guerreros recuperaban fuerzas. Como base de recuperación, las mujeres y los niños curaban a los heridos que llegaban cada día. Les daban un respiro de ese aire tan puro y fuerzas para continuar. En momentos de guerra nadie estaba ocioso. Ismael recordó viejos tiempos, algunos años atrás, cuando él era uno de esos guerreros. Esteban miraba hacia todos lados como buscando a alguien conocido. Ya cerca del pueblo, Cielo habló -Esteban, ve con los guerreros, tu eres su líder. Recoge las novedades y luego reúnete con nosotros en el castillo.- La dama dirigió su mirada a Ismael -Sé que desearías ir, pero es preciso que hablemos los tres lo antes posible, por tu hija.- Ismael aceptó y tomaron el camino que los llevaba a lo alto, hacia el castillo, mientras que Esteban siguió al fuerte.
El castillo estaba construido de piedra blanca, con enormes ventanales que daban a unos jardines de ensueño. Flores blancas. Siempre eran flores blancas las que adornaban esos paisajes únicos. La puerta se abrió para darle paso a Cielo y sus acompañantes. Una doncella, apenas una niña parecía, les ofreció algo de tomar y los condujo al salón. -Gracias, Anabell, puedes irte. Prepara las habitaciones, Esteban llegará en unos momentos.- La doncella movió la cabeza afirmativamente y desapareció por una puerta. La Dama continuó su discurso -Ismael, supongo que Nojami te habrá contado lo del rito. Jakiru ya tiene corriendo por sus venas la sangre sagrada, fundida con la propia heredada de ustedes dos. Será fuerte, gracias al poder de su madre y la fuerza de su padre. -Ismael le sonrió complacido- Pero ahora aún nos espera un largo camino. Es demasiado joven para blandir una espada, hasta dentro de tres años ella no comenzará a entrenar. Pero ustedes dos podrán enseñarles las delicias de la vida, los misterios del universo y las historias de su familia. Ella los comprenderá porque veo en sus ojos grandes ansias de descubrir aquello que la rodea. Mas sabéis los dos que esto no será para siempre. Cuando Jakiru llegue a la edad de los cuatro años, Nojami, debéis finalizar tu promesa.- La hechicera miraba el suelo. Su mente era un remolino de ideas y recuerdos: Una noche, la Luna llena brillando en lo alto del firmamento. Ismael la aguardaba a una distancia prudente, y la Dama, allí frente a ella parada. La hechicera miró las estrellas, y luego a los ojos de la que había sido su maestra, su guía, la que le había abierto las puertas a la magia de la Luna, cuando el resto le habían dado la espalda. No sabía si estaba haciendo lo correcto, únicamente seguía lo que les decía su corazón.
"-Cielo, he tomado mi decisión. Sabéis a la perfección que luego de ti, en la más estima tengo a la Dama del Destino. Si ella ha hablado es porque lo sabe. No confío en mi fortaleza y me creo insuficiente para llevar a cabo una misión así. Pero si mi primogénita ha de ser una Kahina, una de esas guerreras de las que tanto me has contado. Así ha de ser. Sin embargo, sé también que este honor no me es gratuito. Cielo, dime con qué pagaré que mi hijo sea un ser único. -La Dama la miraba a los ojos. Ismael se había unido al grupo. Los tres allí, bajo las estrellas estaban firmando un pacto secreto e infinito.
-Mi niña... Tu hija, porque será una mujer la que tenga el poder de reencarnar a las Kahinas, será una guerrera impura, dado que vos, Nojami, no eres una guerrera de las Lunas, y sabemos también, que un poder oculto vive en ti. En cambio, la descendencia de tu sucesora serán puros. La línea de sangre comenzará con ella, al completar el ritual, su sangre mestiza se fundirá con la última aún conservada de la última Kahina. Luego de eso, tres años tendrán para vivir y disfrutar a su hija. Al cuarto año, ella deberá comenzar su entrenamiento, y ustedes deberéis dejarla a mi cuidado y a los de Luna y Artemis. No os preocupéis que ella tendrá completa consciencia de que ustedes son sus padres y los amará como tales, pero no podréis vivir con ella. Su destino es aprender las antiguas estrategias de batalla y diplomacia. Un poco la verán crecer. Debéis seguir sus vidas. Ese es el trato, Nojami.- La hechicera la miró fijo. Le estaban pidiendo que entregara a su hija, el primer fruto de su amor por Ismael. Que aceptara vivirla cuatro años, y luego dejarla. Era un sacrificio demasiado grande... Ismael la miraba, buscando sus pensamientos, pero la mente de Nojami era impenetrable.
-Cielo... Hazme un único favor, me estáis pidiendo que te de lo más sagrado que tendré en el mundo, mi primer hijo, mi primogénita. Pero no puedo simplemente abandonarla a su dicha. Lo único que te pido es que no nos separéis por completo. Te juro por la Luna, que no interferiré en su entrenamiento y respetaré lo que me pidas... Todo salvo que me aleje definitivamente de mi hija, no podría soportarlo.- La dama la miraba atenta. Comprendía el deseo de su corazón, pero no sabía. Nojami sería su madre. Quizás... Suspiró.
-Está bien, Nojami. Acepto tu petición. Sería injusto para tu bebé también. Pero deberán aceptar mis negativas en momentos de angustia. No hay tiempo para errores. Ya larga será la espera hasta que vuestra niña pueda luchar, no podemos retrasarnos más."

Cielo miraba a Nojami, intuía cuales eran sus pensamientos. Y esperaba a que la hechicera se sintiera lista para hablar. Ismael apoyó una de sus manos en la rodilla de su amada, y la volvió a la realidad. -Amor mío...- Nomi le sonrió y dirigió sus ojos a los de Cielo. No se sorprendió al ver cansancio, dolor y el universo mismo dentro de ellos.
-No te preocupes Cielo, cumpliré. Sé que tú harás lo mismo.- En ese instante Anabell abrió la puerta y dejó pasar a Esteban. Su rostro era tranquilo, le habían dado buenas noticias, y el enemigo se encontraba calmo. Tendrían un respiro antes de volver a batallar. Cuando se percataron que la doncella seguía en la puerta, ésta les comunicó que las habitaciones estaban listas y podrían ir a descansar si lo deseaban. Los cuatro le agradecieron y se levantaron para irse a sus respectivos aposentos. La niña se ruborizó cuando Esteban pasó junto a ella y le dedicó una sonrisa. Ya en su habitación, Ismael y Nojami dejaron a su hija en su cuna y se dedicaron a mirar el paisaje desde los grandes ventanales. El guerrero sentía gran nostalgia por sus años de lucha.
-Recuerdas amor, cuando nos conocimos yo era un simple guerrero de la Luna y tu la más hermosa hechicera que había visto en mi vida.- Su mujer se ruborizó, como cada vez que el le decía algo como aquello, como cada vez que la acariciaba y la besaba. Su amor era puro, imperecedero. De ese amor había nacido la niña. Y con ella compartían esa eternidad que siempre los uniría.

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