el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

3.2.08

Capitulo II (Parte 7)

Estaban los tres sentados junto a la puerta de una cantina, en Dione. El guerrero más joven miraba ansioso a la gente que caminaba por la calle sin más, como si esa noche fuera como el resto de las noches de sus vidas. Artemis lo miró con regaño, Esteban se estaba comportando como un niño pequeño, y no entendía por qué. De un momento a otro, Ismael se puso de pie- Debemos irnos. Ya esta hecho, ¿no es así Artemis? ¿Para que seguir esperando?- Miró fijamente al Gran Felino, impaciente, le preocupaba su mujer y su hija; sabía a la perfección que con Cielo y Luna debían de estar a salvo, pero en esos tiempos de guerra, era mejor evitar tentar a la desdicha. Artemis entendía a medias las preocupaciones de aquellos dos guerreros. Le ponía alerta enormemente las sensaciones ambiguas de Esteban, que parecía extrañamente nervioso, como si sintiera peligro a cada paso que daba. Finalmente extendió sus patas, elevándose un metro a la cruz del piso, se desperezó e indicó a los dos hombres que aceptaba sus pedidos y fueran a cruzar el portal. Mientras caminaban hacia un llano a las afueras del pueblo de Zia, ciudad habitada de Dione, el felino miró nuevamente a Mimas y Encélado. Ambas lunas descansaban en paz en lo lejano del horizonte. En su interior comprendió que todo había salido según los planes, al llegar al castillo, hablaría con Luna sobre la actitud del joven guerrero y juntos decidirían que medidas tomar.
Ya en los jardines del castillo Nojami arropaba a su hija, la marca en la frente, brillante en un primer instante como hilos de luz, poco a poco se fundía con su piel, apagándose. Cielo se detuvo un instante en la entrada. Algo la prevenía. Sentía en su pecho una punzante sensación, como si fuera una advertencia. Miró rápidamente a Luna -Artemis está abriendo el portal en Dione en este instante, dentro de unos minutos llegaran al castillo. Rápido, lleva a Nojami y a Jakiru adentro y que se preparen para partir, regresaremos a la Primera Luna a penas estén listos.- Luna se quedó quieta escuchando sus palabras y sus silencios. La inquietud le hizo erizar su pelaje. Acompañó a la hechicera al interior del castillo, dejando a la Dama fuera. Sola, junto a la fuente, Cielo observaba las estrellas -Dime, Destino, que mis miedos son infundados.- Sin que nadie más lo notara, una estrella parpadeó tres veces, la expresión de la bella Dama de Luna se ensombreció.

Artemis la vio parada mirando detenidamente la imagen de la fuente del jardín. Un Dragón se posaba sobre sus patas traseras, extendiendo las alas y emitiendo un mudo rugido de desafío al firmamento; suavemente, una flor se entrelazaba con él. La unión de los opuestos, de dos tipos de vida, del universo. Con una seña, les dijo a los guerreros que entraran y fueran en busca de Luna, debían de haber novedades esperándolos. Con pasos lentos, se acercó a Cielo. -Mi bella Dama ¿Algo la inquieta, no es cierto?- El Tigre Blanco posó sus azules ojos sobre el rostro, aún sombrío, de su ama.
-Artemis... ¿Crees que el pasado sea el peor de nuestros enemigos? -el felino permaneció callado, meditando- Yo lo creo firmemente. Los fantasmas de la vida son unos de los peores inquisidores de todos los seres de este universo. Años he vivido, he luchado, he cumplido mi deber. Nunca pensé que realmente necesitaríamos llevar a cabo el ritual de hoy, nunca pensé... que algún día realmente usaría esa sangre tantos años, siglos guardada en la palma de mi mano para volver a la vida a las guerreras únicas. ¿Sabes? Cuando me enteré que sería destinada a Dama, cuando aún las Damas elegían la mortalidad de su raza, me emocioné realmente... -un silencio, Artemis escuchaba la reflexión de Cielo con suma atención- Pero, no imaginé que los sucesos nos llevarían a perder tantas cosas amadas. Quizás ya lo sabes, pero las Damas hemos elegido la inmortalidad en aquel entonces. Es difícil, una piensa que vivir todas las vidas juntas no sería algo tan agotador. Sin embargo, todas las alegrías, todos los pesares, todas las emociones que deberían estar repartidas en la memoria de cada vida, pesan sobre la mía. Los dolores hacen comprimir mi corazón como cuando sucedieron hace cientos de años. La guerra que nos llevó a la opción desesperada de no morir ante nada, mejor dicho, casi nada... Esa misma es la que se está luchando hoy. -la dama hablaba con su mirada abstraída en la observación de la estatua- Ay, ¡Artemis! Siento que es injusto, siento que ahora estoy condenando a una niña, a una pequeña niña a vivir una vida diferente a todas las demás. Porque ¡he conocido a las Kahinas de antaño! Sé lo que es vivir para luchar, comprender las incoherencias del universo, aprender a vivir en diplomacia, y a blandir la espada y el báculo. Lo peor, porque realmente a Jakiru le espera algo peor... Es que por lo menos las antiguas guerreras, sucesoras siempre, Artemis: Una línea de sangre que marcaba el destino de toda primogénita. De madres a hijas se trasmitía el conocimiento de la lucha y el consenso. Eso hacía el entrenamiento más llevadero. Pero Jaki, ella no podrá vivir esa vida, es única en su especie, y Nojami no podrá entrenarla, no podrá verla crecer con lo a menudo que desearía. No sé como afectará eso a la niña, quizás previniendo alguna de sus debilidades remarquemos otras. Quién sabe. Corro con la ventaja de que aunque sea conozco el entrenamiento, pero estoy segura que la sangre que ha recibido hoy se ha fundido con la de ella, el instinto de las guerreras es ahora el suyo. -guardó unos segundos de silencio, perdida en el laberinto de su pensamiento- Artemis, mi fiel guardián, me has estado escuchando con atención y complacencia, te lo agradezco... Siempre fuiste un alma comprensiva, y tienes la capacidad de hacernos sentir en paz a los que estamos a tu alrededor- Cielo miró a los ojos al Tigre.
-Mi Dama, sabe a la perfección que siempre estaré a su servicio. Mi vida es suya.- Mas la Dama detuvo las palabras de agradecimiento del felino.
-Artemis, la Dama del Destino dispuso que la guardiana principal de Jakiru sea Luna. Pero veo en las estrellas y en las líneas regentes que tú tendrás un papel tan importante en su vida como ella. Tú la acompañarás y serás su fiel oyente y sabréis darle consejo en momentos de apuro. Junto con Luna: Luz y Oscuridad. Sabiduría y Fuerza. Ustedes dos serán los que la protejan. Los que la guíen cuando yo no pueda hacerlo. La marca de la Luna se funde con la marca kahina. Cuando ella los necesite, ustedes dos lo sentirán. En fin -suspiró- volvemos a la Luna terrestre. Prepárate. Nos esperan tres años hasta que el verdadero entrenamiento comience. Hasta entonces nada será fácil. Nada.

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