el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

12.1.07

La sombra de la bruja

Y la noche era realmente oscura, la Luna no brillaba ni las estrellas mostraban su resplandor, nada iluminaba esa noche más que el brillo de las luciérnagas. En lo más recóndito de un bosque plagado de criaturas inimaginables, terroríficas, mutiladas, incomprendidas; allí fue arrojado el cuerpo de la bruja, luego de arrebatarle su energía... allí fue condenada la bruja a vivir como fantasma, culpada de un hecho nunca acontecido, culpada de haber vivido. Sin su luz, se camuflaba a la perfección con esa noche oscura. Sola, junto a un árbol de un sendero ya nunca más cruzado lloraba su alma, cuerpo carcomido por el tiempo convertido en aura.
Sola lloraba, suplicaba, deseaba, rogaba, que algo la ayudara. Años de vagar por el bosque consumía sus resto, estar condenada a no ser para siempre la mutilaba. Los hechizos dejaban su mente, la magia la había abandonado, era una bruja sin poderes.
Y vagando esa noche llegó al borde del bosque, donde una inmensa llanura se abría paso entre la niebla. Misteriosa la Luna apareció en el cielo, cegando con su resplandor al fantasma de la Bruja. Hipnotizada se dirigió al centro del prado, y se tiro en la hierba. No la sentía, la sombra de lo que habían sido sus dedos atravesaban el pasto. Lloró, como todas las noches, lloró. Sus lágrimas desaparecían en sus mejillas inexistentes, su alma se perdía.
En lo alto del cielo, algo volaba, y de a poco descendió hacia la sombra de la Bruja. No la veía, realmente no la veía, pero la sentía, notaba que estaba allí. Un sonido salió de sus fauces, frente a la Bruja, un dragón olfateaba el aire. Sus escamas blancas brillaban con la Luna, y sus alas lo hacían majestuoso. Se pronto dirigió sus enormes ojos hacia donde la bruja estaba sentada en el suelo. La bruja no tenía miedo, sin saber por qué, pero no le temía a aquella enorme bestia, solo lloraba, y veía el cielo sobre la cabeza del dragón. Luego se paró. Encaró al Dragón. Levantó su mano para tratar de tocarlo, y en ese instante el dragón habló.
- Quién eres? y qué haces aquí?- Su voz profunda como un océano paralizó a la Bruja que no atinó a decir palabra, no encontraba su voz, de hecho no lo hacía porque la había perdido, como todo... todo lo había perdido. Miró al Dragón, intentaba comunicarse, pero no sabía cómo. Nuevamente el dragón habló -Sé que estás allí, siento tu débil presencia en esta enorme oscuridad, no puedes engañarme, mejor date a ver o conocerás el poder del Dragón del viento... y te aseguro que lo lamentarás.- Y de pronto sus ojos miraban directamente a la cara del fantasma, que en vano intentaba decirle quien era, quizás no lo recordaba. Abrió sus fauces y fuego salió de su garganta, directo a la cara de la Bruja; no la quemó, pues no se puede quemar la nada, pero notaba que alrededor de ella el fuego permanecía, sin dañarla, remarcándola. -Ahora sí, sabía que estabas cerca mio. Dime ya quien o qué eres.- ordenó el imponente Dragón. La bruja no se desesperó, cerró los ojos y meditó. Y en el suelo escribió "Ahora sólo soy un fantasma... antes, hace muchos años, yo era una bruja. Pero me hechizaron y castigaron por algo que jamás cometí. Ahora soy la nada". El dragón comprendió al instante las palabras y le pidió que aguardara allí un instante, a lo cual la Bruja no se negó. Poco tiempo después volvía el Dragón con una caracola repleta de agua, la cual tiró sobre el fuego que aún ardía sobre el fantasma. Y apareció un cuerpo que años atrás fuera consumido por el tiempo, un cuerpo que se sentía extraño, aunque no vivo. -Ahora tienes carne, pero no durará... sólo quiero que me cuentes tu historia Bruja, y quizás te pueda ayudar. Tu alma es buena, lo siento en mis escamas, ahora habla que antes de que el Sol aparezca, ese cuerpo desaparecerá-.
- Pues no entiendo que quieres que te cuente, ya que ni yo misma sé que ha pasado... Lo único que recuerdo es que vivía no lejos de aquí, junto al Lago del oriente, donde era feliz. Y un día, llegó un forastero, que pidió asilo en mi casa. Lo dejé pasar, y fui al bosque a buscar plantas para mi alacena. Al volver ya no estaba, y una piedra yacía en mi mesa. No llegué a tocarla que los hombres entraron a mi casa y me tomaron cual presa. Un mago hechizó sobre mí y me exiliaron a este bosque. Nunca pude saber que pasó. Y en vano intenté que los hombres me escucharan. El tiempo consumió mi carne, y la energía me la robó el hechizo... Ahora sólo soy un fantasma, que vaga buscando una respuesta a una pregunta no hecha.
El dragón la miró asombrado, y meditó a finalizar la historia. Luego movió su cabeza en tono afirmativo y abrió nuevamente los ojos. - Sé que te ha pasado bruja mal juzgada, el hechizo que pesa sobre ti no te lo han tirado los hombres, ha sido la piedra. Aquella que sobre tu mesa yacía. El forastero quería tu energía, y por ende tu magia, eras conocida como la más poderosa de las Brujas orientales y por tu magia muchos dieron la cabeza. Puedo ayudarte, pero sólo si me devuelves el favor, una vez con tus poderes.- La bruja aceptó, y siguió subió al lomo del Dragón para emprender el viaje. Sólo una hora después llegaban al destino, la antigua casa de la bruja, al norte del lago del Oriente. Allí una casa mostraba una intensa actividad. Sin preámbulos, entraron. Un viejo hacía hechizos en el centro de la sala, junto a él, en una mesa había una piedra Blanca, la misma que antaño, había quitado sus poderes al fantasma. El dragón intentó atacar, pero fue en vano, al tocar el viejo la piedra, quedó paralizado. La bruja lo miró, estaba perdida en recuerdos... El viejo atacó, pero no le hizo daño alguno. Rápida como el viento la bruja contraatacó, y obtuvo en sus manos la piedra. El dragón despertó, y con sus fauces abiertas acabó con el viejo.
La bruja seguía con la Piedra en sus manos, que poco a poco volvían a ser sombras, el Sol amenazaba con salir, por lo cual el Dragón se apresuró. -Esta es la piedra del viento, ese forastero que conociste antaño la robó. Esta piedra es famosa por su capacidad de almacenar la magia y energía dentro de ella. Él debió haberla hechizado para que te la quite a ti, para luego utilizarla. No fue casualidad que te hubiera encontrado, te buscaba hace años, sin ti no era posible recuperar la piedra. Ahora aquí tienes tu magia- el dragón tomó la piedra en sus garras y dijo unas palabras en un idioma olvidado. La bruja comenzó a vivir, la luz iba rellenando su figura mientras se convertía en carne. Y por fin respiró. -Ahora debes de devolverme el favor, usa tu magia para proteger esta piedra, nadie nunca jamás debe volver a robarla, sólo el viento debe ser capaz de llegar a ella. La bruja asintió. Y el dragón se alejó volando, dejando tras de sí una brisa fresca.

7.1.07

Leyenda del trueno

Cuenta la leyenda que hace miles de años existía un Gran Dragón gris, que habitaba en lo alto de una montaña conocida en toda la región.
Se decía que en esa montaña, antaño fue enterrado un tesoro por los elfos y demás seres del bosque cuando los hombres de Occidente llegaron a conquistar esas tierras. Muchos secretos de la naturaleza del valle fueron dormidos en el interior de la montaña junto con el misterioso tesoro. Al principio el rumor se corrió entre los nuevos habitantes que intentaron en vano ascender la cuesta rocosa. Con el paso de los años, el rumor se convirtió en historia, y la historia en leyenda. Así fue como con el tiempo cientos, y quizás miles, de hombres de diferentes oficios: ladrones, artesanos, guerreros, nobles, clérigos e incluso niños intentaron escalar la montaña en busca de la cueva donde supuestamente estaba oculto el Tesoro.
Nadie logró llegar a la cima, el viento y la nieve que protegían la cumbre lograban frenar las nefastas expediciones. Pero cuando el secreto de la montaña obsesionó a todos aquellos amantes del poder, y la astucia del hombre creció, el espíritu del bosque utilizó su último recurso. Un gran dragón llegó volando sobre las casas de los aldeanos y se dirigió a lo alto de la montaña. Allí, en una cueva oscura que llevaba a las entrañas de la montaña, donde el Tesoro permanecía dormido, se instaló el Dragón, el cual era llamado Tron.

Aun así la avaricia pudo más que la razón y varios guerreros murieron en las garras del dragón. Los hombres poderosos mandaron incluso legiones de hombres para recuperar ese tesoro ahora custodiado celosamente por el dragón, sin embargo algunos regresaban para contar las terribles aventuras por las que habían sido enviados a lo alto de la Montaña. Una tarde, cuando un grupo de guerreros y ladrones llegaron a la cima (luego de días acampando en la montaña, y vigilando que el dragón no notase sus presencias) no vieron a Tron, y pensaron que estaría de cacería. La sorpresa que tuvieron al intentar entrar a la cueva y un terrible fuego les quemara la cara, es indescriptible. Ese fue el punto máximo de la paciencia del dragón. Esa noche bajó de lo alto volando a toda velocidad, y quemó los campos como una advertencia.

Los aldeanos decidieron que lo mejor sería no molestar al dragón, ya que realmente era peligroso para ellos que habitan tan cerca de él. Colocaron torres de vigilancia en el sendero que conducía al único camino que ascendía a las altas cuevas. Prohibieron que cualquier forastero subiera por más excusa que trajera, el valle era de ellos, allí vivían y creían necesario protegerlo de cualquier catástrofe, como lo sería desatar nuevamente la furia de Tron.

Tres años después, desde lejos llegó un joven caballero. Los habitantes del valle intuyeron que no era buen augurio, e intentaron averiguar el motivo por el cual aquel hombre llegó a sus tierras. El guerrero negaba que su destino estuviera relacionado con el Gran Guardián de la montaña, y decía que únicamente buscaba un lugar tranquilo donde pasar una pequeña temporada antes de seguir su rumbo al oeste. Luego de unos meses, los aldeanos le tomaron confianza, y comenzaron a tratarlo como si siempre hubiera habitado allí. El joven se interesaba por las leyendas e historias de los vecinos que trataban en su totalidad sobre la montaña y el secreto de la naturaleza. Así fue como poco a poco el caballero se enteró de todas y cada una de las aventuras de sus predecesores colegas. Finalmente, una tarde tomó la decisión de ascender. No se lo comunicó a nadie, y dijo que iría al pueblo del norte en busca de un viejo amigo al que quería visitar. Nadie dudó, él era un aldeano más. Gran jinete, se las arregló para encontrar un seudo-camino por las rocas hacia el sendero ya desgastado por el tiempo que subía a la cueva de Tron.

Pasaron cinco días para que pudiera por fin ver la puerta de la cueva. Los últimos metros los hizo fuera del camino, utilizando las rocas como escondite. Intuía que el dragón no ignoraba su presencia, y pensó mejor estar prevenido. Desvainó su espada y cuidó que la hoja no reflejara el Sol hacia el lado de la cueva. Esperó el atardecer antes de enfrentar al Dragón; cuando el Sol estaba detrás de la montaña avanzó al frente de la puerta de la guarida y retó a Tron a salir. El dragón escuchó sus palabras con incredulidad, una trampa podría estar esperándole, aunque realmente no tenía miedo. Pero nunca lo habían retado, ningún humano se había atrevido a hacerlo, los miserables que habían terminado en sus fauces eran sabandijas que trataban de escurrirse y matarlo dormido para llegar al corazón de la montaña. Algo le decía que debía ser prevenido, era un guardián y no podía darse el gusto de poner en riesgo su custodia por alguna altanería, mas tampoco podía simplemente quedarse allí dentro, habían códigos que respetar. Desde el interior de su morada vio al guerrero parado frente a la cueva con su espada en su mano derecha. Olfateo el aire, estaba limpio de cualquier otro hedor humano. Salió. Cuando Tron mostró por qué atemorizaba a todo aquel que fuera a perturbarlo, el caballero sintió una mezcla de admiración y terror. Debía matarlo, no sólo por el tesoro que despertaba su interés, sino para que de una vez por todas dejara libre a la gente del valle de todos sus temores. Así fue como levantó en alto su espada y se dirigió al dragón de manera amenazadora y retó a pelear por el dominio de la montaña. El Dragón lo miró anonadado, es muy posible que se riera internamente. Abrió su gran boca y el fuego salió disparado al cielo con furia. Comenzó a llover. El caballero atacó primero y se internaron en una batalla que duró al menos una hora. Ambos adversarios estaban exhaustos, el caballero aprovechó un descuido del dragón y le clavó el largo de su espada en el centro del tórax. Tron dejó oír un gran alarido. Cayó al suelo y con sus últimas fuerzas arrojó fuego a la cara del guerrero que había bajado la guardia, y luego lo estrelló contra una enorme roca. Los rayos partían la tierra con la misma furia del dragón, sentía como su vida se iba poco a poco. Lo había herido de muerte y no podría seguir custodiando el Tesoro de la montaña. Miró al cielo por última vez antes de que su cabeza se desplomara al suelo inconsciente. Un rayo intenso chocó contra la cima de la montaña, y ésta comenzó a derrumbarse, enterrando al dragón y al tesoro para siempre.


Los aldeanos cuentan que todas las noches de tormenta, escuchan al dragón gritando en la montaña, advirtiéndoles que él seguía allí custodiando su tesoro.