el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

26.11.07

Capitulo II (Parte 2)

El Sol abrumaba el suelo con el calor emitido por sus últimos rayos. Entre las sombras, un caballo azabache cabalgaba velozmente hacia el Norte. Su jinete, tapado con una capucha, embrujaba a todo lo que se le atravesara en el camino, descargando contra su casual oponente una ira desenfrenada. En el horizonte se alzaban las montañas imponentes, tras las cuales un enorme castillo de piedra oscura se escondía. Allí se dirigía el caballero negro; dos días de viaje, tres si descansaba y dormía antes de seguir. Debía llegar cuanto antes a las puertas de roca que lo conducirían a su amo.

A la ladera de una montaña de piedra blanca se elevaba el castillo. Imponente y majestuoso, estaba construido con un material que únicamente se halla en las Lunas, el Ciris: más resistente que la roca, más hermoso que el diamante, luminoso y traslucido.
La construcción estaba formada por dos lunas crecientes semi cerradas, superpuestas una sobre otra. Una cúpula irregular coronaba la extraña construcción. Completando el círculo, una puerta de dos hojas de acero protegía la entrada al castillo. En el centro un hermoso jardín de flores blancas con una fuente en el medio de las plantas, daban un toque irreal a la imagen. Paseando por el jardín, una dama meditaba. De vez en cuando se agachaba, acariciaba y olía algunas de las bellas flores. Su rostro era jovial, pero daba la impresión de estar preocupado. Miraba las estrellas del atardecer, en la medida que controlaba alguna parte de la montaña a su espalda. –De un momento a otro llegarán.- Pensaba, mientras observaba la superficie lisa y blanca del Monte Iris. En ese instante, una luz anaranjada escapó de una fisura imperceptible del monte. La dama sonrió. –Han llegado, Luna.- Un felino negro, una pantera, había llegado sigilosamente junto a ella. Aún así, lo había notado, era difícil engañarla; muchos lo habían intentado, y sus vidas se fueron en ello.
-Ya tengo todo listo. Artemis los traerá hasta aquí. ¿Por qué no los esperáis adentro? Está comenzando a enfriar, y usted debe cuidarse, no se ha encontrado bien últimamente…- La dama calló al felino con un gesto.
-He soportado peores fríos que estos, mi querida Luna. No te preocupéis por mí, estoy bien. Los esperaré aquí mismo, quiero ver a Nojami enseguida. Soy responsable por ella y su hija. No nos olvidemos que la promesa que me ha hecho es la más difícil que cualquiera ha hecho jamás. Lo mínimo que merece es que la espere aquí…- Concluyó. Luna la observó preocupada. La notaba débil, más de lo que nunca la hubiese visto. Pero aún así era poderosa, más que cualquier otra; asintió con la cabeza y se retiró, dejando sola a la Dama de la Luna.

Dentro de una pequeña cueva, escondida de la vista, una enorme fogata tomó la forma de una puerta. El primero en atravesarla fue Esteban, seguido por Ismael y la niña. Al instante Nojami se unió a ellos, y por último Artemis. –Por fin hemos llegado a nuestro destino.- Esteban parecía aliviado al ver por la salida de la cueva el paisaje. Parecido a un desierto, salvo por la ausencia de arena, a sus pies se abría un extenso territorio de suelo árido. En la base de la montaña en la que se encontraban, se alzaba un castillo de cristal. –Ese es el castillo de la Luna. Allí nos espera Cielo, mejor apurarnos.- Esteban miró a sus compañeros de viajes, que parecían exhaustos. Pronto emprendieron la bajada de la montaña. –Este es el monte Iris, Nojami. Supongo que has escuchado de él.- Interrogó el guerrero.
-Monte Iris, sí Esteban, lo conozco bien. De aquí se extrae el Irismar, una piedra preciosa con grandes dotes mágicos. No me extraña que Cielo haya elegido este lugar para construir el castillo de la Luna.
-No lo ha elegido únicamente por el monte, Nomi. Esta Luna es una de las pocas que poseen agua. Eso es lo vital.- Agregó Artemis, que al notar la expresión atónita de la hechicera, continuó- A pesar de que ves un suelo pedregoso y árido, debajo de la superficie hay innumerables canales de agua, un agua completamente pura. Ya verás cuando nos acerquemos y puedas darle un vistazo al jardín.- y sonrió.
-He soñado con poder ver los jardines de la Luna.- la hechicera miró a su hija, que aún se encontraba en los brazos de su padre. Aquel momento era lo más cercano a la felicidad que había tenido en varios meses, desde que la noticia de que su escondite ya no era seguro la hizo preparar la pronta huída de su casa.

1 comentario:

Princesa Dariak dijo...

Asi es, andamos por los mismos lugares, guerrera. Uno de los templos, de la Tradiciòn de la Luna, asi como los llama Coelho en Brida.
Esta vez, dioses sumerios han interceptado a Dariak en mi historia.
Y si supieras... si solo te enviara lo que escribì hace dos años, la descripciòn de un lugar, oculto en las cuevas de Qumram, en Neguev... y còmo extraìan el agua!...
Sincronismos o como se llamen.
Es magia, y la magia nos acompaña cada vez que escribimos un trazo de estas historias.
El relato es pulcro, se visualiza cada rincon, y hace que me preocupe por la niña.

La pantera negra... se la presentamos a Nimrà? jajaja.. es que el negro anda... uf. (jajaja... un poco de sonrisas no vienen mal .. eh!)

Abrazos de luz, amiga de los sueños!.