el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

18.11.07

Capitulo II (Parte 1)

-¿Dónde están?- Su voz se escuchaba sigilosa, aún no estando convencido de estar a salvo.
-Al fondo del túnel, dobla el recodo a la izquierda y adéntrate en las raíces de la colina. Si sigues todo derecho llegarás a una sala. Allí te esperan Nojami y Ismael. Yo los envié a penas entraron, por si llegaban antes de poder asegurar la puerta. ¿Cómo te encuentras, alguna herida que necesite curación?- La segunda voz era grave, pero armoniosa. Un dejo de rugido dejaba distinguir al Gran Tigre blanco del guerrero.
-Estoy bien Artemis. No te preocupes. Ahora debemos asegurarnos que el lugar es realmente seguro y...-
-Esteban, he estado aquí desde hace un mes. El lugar es seguro. Lo único que importa ahora es que esa niña llegue a Cielo.- El guerrero movió la cabeza en afirmación, y se dirigió por la oscuridad hacía donde Artemis le había indicado. Por su parte, el Tigre se enfrentó a la pared cerrada de la cueva donde había estado, instantes antes, la entrada. -Ad jazá, teo Lux Lunar- Un brillo indicó una cerradura secreta. -Cerradte y no volverte a abrir hasta que la magia de la Luna Suprema lo indique.- La cerradura estaba formada por tres semicírculos, alternados en orientación, y una cruz dada vuelta, como una espada con su filo hacia las estrellas, los cortaba justo al medio. Dieron 7 vueltas y la espada giró 180 grados, quedando la puerta sellada. Artemis ocultó sus alas, y emprendió el camino hacia la sala dónde el resto lo aguardaba.

La bebe se acurrucaba asustada entre los brazos de su madre, que le susurraba una canción para tranquilizarla. Ismael veía la escena hipnotizado ante la belleza de la madre y la hija. Esteban se acercó a ellos, y compartieron una mirada de seguridad. Casi lo habían logrado, sólo faltaba cruzar el portal. Artemis se les unió. - La puerta de la caverna está asegurada, nadie podrá entrar y es la única entrada... ya pueden respirar en paz.- Dijo el Tigre mirando con dulzura a la niña que ahora dormía apaciblemente recostada en el pecho de Nojami.
-Respiraré en paz cuando vea a Cielo. No ha sido sencillo el trayecto, y me temo que no nos dejarán en paz tan fácilmente.- Contestó Esteban, que estaba nervioso.
-No dije que nos dejarían en paz Esteban. Pero no hay por qué preocuparse de más ahora. Te noto inquieto y creo saber a qué se debe. Yo también lo reconocí cuando lo ataque.- Artemis miraba fijo los ojos del guerrero.
-¿De quién habla Esteban? ¿Acaso conocías a quien nos perseguía?- Ismael parecía incredulo. Aunque realmente no habían podido hablar con mucho detalle de sus perseguidores, pensó que un dato tan importante no debió ser omitido.
-Hemer.- hizo una pausa antes de continuar. -Él nos perseguía. Lo presentía, estaba casi seguro. No se los dije porque no creí que fuera necesario, y realmente confirmé mis sospechas al verlo aquí afuera, al atacarnos. Yo, quizás guardara alguna esperanza de que su traición fuera sólo mentiras, intrigas metidas por viejas brujas en las mentes humanas. Pero evidentemente, no quedan dudas de que Hemer está en contra nuestro. Y el hecho de que yo lo conociera, fue seguramente lo que atrajo la atención del enemigo sobre él.
-Ahora entiendo. Pero bueno, la próxima vez dime todo lo que sepas, aunque dudes.- Ismael parecía enfadado. Artemis los miró con una expresión severa. No era momento de ponerse con susceptibilidades. Debía apurarse y abrir el portal... y cruzar.
-Nojami, necesitaré algo de tu ayuda para abrir la puerta.- Siguiendo la ordenes de Artemis, dejó a la niña en brazos de su padre. La caverna era circular. Las paredes subían lisas hasta el techo, que terminaba como una cúpula, formando la ladera del lado de afuera de la colina. Un fuego estaba encendido justo en el medio de la sala, el cual lograba alumbrar cada rincón. El Tigre dibujó con un polvo gris un círculo alrededor del fuego, de 4 metros de radio. Nojami marcó con una estrella de magia cuatro puntos. Enfrentando el túnel que llevaba a la entrada de la caverna, se ubicó la hechicera. Esteban frente a ella, al otro lado del fuego. En medio de ellos, Ismael, formando una triada. Finalmente Artemis se paró enfrente al guerrero y su hija.- Como se darán cuenta, cada uno está ubicado en un punto cardinal, ya saben, pero se los recordaré, no deben moverse por ningún motivo a menos que yo se los indique.- El restó movió la cabeza afirmativamente. El gran Tigre procedió a invocar un conjuro, primero en voz baja y luego subiendo el tono.- Cov Soler, teo Izdir Aziul, ven Lux Lunar jo fed. ¡Puertas secretas, abránse y dejadnos pasar!- Del fuego se expandió una luz. La niña comenzó a llorar, su padre la abrazó para protegerla del resplandor de la llama. No los quemaba, simplemente los atravesaba con su luz. De un momento a otro, la llamarada se expandió, dejando entrever una especie de portal, que los conduciría hacia su destino.- Primero tú, Esteban.- Siguiendo la orden del Tigre, el guerrero atravesó el fuego, y desapareció en el portal.- Sigues tú Ismael, protegela al cruzar.- De un salto, Ismael se adentró en el hoyo negro en medio del fuego. Nojami lo siguió. Finalmente Artemis susurrando el final del conjuro, entró en el portal.- Cerradte, Fen inov.- Y desapareció todo rastro de los cinco que instantes antes respiraban en esa sala. El fuego se extinguió sin dejar rastros.

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