el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

27.10.07

Capitulo I (Parte 7)

-Rápido, rápido... Allí están las huellas, no están lejos, corran bestias humanas. ¡Debemos alcanzarlos antes de que la Luz salga!- El líder de la manada de Camils deseaba terminar de una vez por todas aquella ardua persecución. Su amo los seguía de cerca, montado en su caballo. Los cazadores apresuraron su carrera. Lo lograrían, si se esforzaban llegarían a interceptarlos antes de que los perseguidos entrasen a la caverna del Sol. Y eso debía de ocurrir antes de que el Sol mismo saliera. Las huellas mostraban que las presas estaban a unos kilómetros de distancia únicamente. Al alcanzarlos, el fin estaría en sus manos.

Esteban sintió la energía en aumento de los cazadores y de Hemer. Estaban ganando terreno, y todavía faltaban varios kilómetros hasta la caverna y su salvación. Nojami mostraba decisión en la toma de riendas de su corcel, al cual le inspiraba confianza para que pudiera correr más rápido. Su hija en brazos, que miraba el cielo mientras sentía el viento azotar contra su manta. Ismael cerraba la fila, mirando hacia atrás y adelante, buscando señales de los perseguidores y de su destino. -¿Estamos lejos aún, Esteban? Se adelantan con rapidez, deben de habernos sentido cerca. Hay que apresurarnos.- Ismael guiaba a su caballo con una mano, y con la otra tocaba su espada, listo para desvainarla en caso de necesidad.
-No tan lejos Ismael, 7 kilómetros. ¡Vamos!

-Allí los veo, a 3 kilómetros. Están los tres, los cuatro. La madre viaja con la niña. Los dos hombres la protegen. Pero será fácil vencerlos. - Gritó uno de los cazadores bajando de un árbol. La visión de los Camils podía cubrir largas distancias. Los otros lanzaron un grito de victoria, quizás anticipado. Se apresuraron. La adrenalina les estimulaba los sentidos. La presa, estaba al alcance de la mano.
El único que no parecía compartir tal emoción era Hemer. A pesar de no ver su cara, los cazadores sentían que estaba serio. No cantaría victoria. No hasta tener entre sus manos a la niña, y la espada rota de Esteban.

A lo lejos, frente a ellos, un aura blanquecina comenzó a asomar. Estaban próximos al amanecer y el fin de su huida no estaba ya tan distante: 2 kilómetros. Lo lograría, sólo debían mantener el esfuerzo hasta cruzar el portal. Artemis los estaría esperando. Sobre sus cabezas, las estrellas daban sus últimos vestigios, atravesando la espesura de las nubes.
-Lo lograremos, amigos. ¡Por Cielo y la Luna que lo lograremos!- gritó el joven guerrero alentando a los caballos. Sin embargo, un alarido se oyó de fondo. Atrás de ellos, a lo lejos, aparecieron dos cazadores corriendo. Los habían alcanzado. Esteban desvainó su espada, e Ismael lo imitó. No dejarían que llegasen a tocar a la hechicera y a la niña.
-Mantengan la velocidad, no dejen de cabalgar. Un instante de confusión y somos presas muertas. Estamos a sólo un kilómetro de la caverna. Corramos mientras podamos. Nojami, tu adelante, debes ser la primera en llegar.- El guerrero daba instrucciones con decisión, mientras se ponía junto a Ismael, defendiendo a las mujeres. Cerca, cada vez más cerca. Ahora eran diez los cazadores que se encontraban persiguiéndolos. Y seguramente habría más.
En un instante inesperado un cazador se abalanzo sobre Ismael, intentando sujetarlo y arrojarlo de su caballo. Esteban acudió a su ayuda, y con un corte eficaz separó el cuello del cazador del resto de su cuerpo. Pero eran muchos, y esa muerte sólo enfurecía más al resto de la manada, que con odio corrían detrás de ellos para vengarse. Uno de ellos llegó junto a Esteban. La caverna estaba frente a ellos. Oscura, pequeña, secreta y mirando hacia el Este. Un sitio el cual era iluminado por los primeros rayos del Sol, antes de cualquier otra ladera. Nojami se había adelantado, y estaba al umbral, esperándolos. Su caballo había volado con la velocidad del viento.
-Entrad. Nojami, entra y busca a Artemis. ¡Debes llegar con Cielo! No nos esperéis.- Ismael gritaba con todas sus fuerzas cuando escuchó un grito junto a él. Un cazador se había lanzado contra Esteban, que luchaba por quitárselo de encima. Ismael intentó acercase, pero el resto de los cazadores los habían separado demasiado. Fue entonces cuando lo vio. A lo lejos un caballo oscuro como el azabache, con un jinete envuelto en una capa negra que se dirigía directo a Esteban. El joven lo miró y le ordenó que corriera a la cueva, debían llegar al portal, ahora. Clavando su espada en el tórax de uno de los cazadores que se le abalanzo, Ismael se dirigió hacia la caverna, cabalgando los pocos metros que lo separaban de la entrada. Nojami ya había ingresado.
Esteban luchó contra los cazadores, y veía acercarse cada vez más a Hemer, al cual le brillaban los ojos detrás de la oscuridad de su capucha. ¿Ese era el momento?¿Allí definirían esa disputa que nunca se inició realmente, aquella instaurada por las mentiras de los demonios? Era extraño, Esteban no pensaba que ese sería el final de todo. Los cazadores se alejaron asustados. El guerrero tardó un instante en comprender. Una sombra lo cubría. Levantó la vista, y vio un gran felino blanco volando sobre él. Hemer apresuró su caballo. Esteban reemprendió la carrera hacia la entrada a la caverna. No, definitivamente ese no era el momento. Su espada no se mancharía hoy con otra sangre que no sea la de cazador. La furia de Hemer se hacía presente en el aire, no dejaría que Esteban huyera así.
El enorme tigre blanco descendió, y se interpuso en el camino del caballero negro. Hemer desvainó su espada, y atacó al Gran Tigre, el cual desplegó sus alas, y con un movimiento fugaz esquivó el ataque. Con sus ojos celestes apremió al atacante, y con un rayo de luz, lo cegó. Detrás de él, el Sol asomó por el horizonte; los cazadores habían huido. Cuando recuperó la visión, Hemer observó que tanto Esteban, como la puerta de la caverna habían desaparecido. Su misión había fracasado.

2 comentarios:

Princesa Dariak dijo...

Que carrera contra el tiempo! Que bien narrado el relato, con el suspenso necesario para atragantarse y empujar a los caballos a que corran. Admirar la valentìa de los protectores y esperar ahora, la continuaciòn...
Fracaso? ... en fin, esperarè.

Quiero agradecer tu comentario en La Espada. Pocos son los que dan su opiniòn personal diferente y critica, pero esto sirve para reevaluar mi escritura y mi pensamiento tambièn. Algun dia podràs explicarme acerca de lo que piensas de luz/oscuridad?...

Personalmente considero a este relato mio de Dariak un poco "chato", pero asi surgiò, casi lo borro de no ser por tu comentario... creo que harè girar la historia hacia otros rumbos, un poco mas... "oscuros"...

Abrazos de Luz, guerrera.

Princesa Dariak dijo...

Todos tenemos alguna necesidad y algun limite que aceptar o superar, y a eso va el relato. :)
Luego... es interesante el acto de escritura, de que manera los personajes van creando su propio rumbo y muchas veces exeden al propio escritor, subyugandolos con sus pensamientos. Asi me pasò con mi querido Auro. (hasta a mi me sorprendiò su pensamiento!)
Espero que encuentres la info que necesitas sobre Luz y Sombra... y te agradezco el haber escarbado en el texto mas alla de lo dicho.

Un abrazo de luz, y adelante escritora! Espero ansiosa la continuaciòn!