el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

19.10.07

Capitulo I (Parte 5)

Ambos se quedaron expectantes, tratando de procesar aquellas bajas e importantes palabras dichas por la Dama. Nojami miraba los ojos de Cielo, buscando un significado oculto detrás de las letras habladas, pero no lo encontraba, no existía otro significado que el que las mismas palabras poseían.
-Pero, ¿cómo yo podría engendrar un ser tan único siendo simplemente una hechicera, Cielo?- su voz denotaba un cierto rastro de incredulidad y quizás, en lo más profundo de su corazón, miedo. Ismael únicamente miraba el piso, su mente en esos momentos era impenetrable, aún a los ojos de su amada.
-No es cuestión de naturaleza Nomi, tu ser es tan maravilloso como las estrellas que ves sobre tu cabeza. Sabía perfectamente cuales podrían llegar a ser tus reacciones, y esta era una posibilidad. Si no deseas cargar con este enorme peso que implica llevar en el vientre un alma pura y única, no te culpo. Yo también, estando en tu lugar, temería, no sólo por mi vida, sino por la de la criatura. No te presionaré para que lleves acabo algo que, tal vez, no te corresponde realmente, esta es una cuestión delicada y de vital importancia y...- Pero Ismael, quizás olvidándose de sus miedos hacia la Dama, la miró a los ojos, y en ellos encontró una palabra que buscaba desde hacía un rato: Destino.
-Nomi, mi amor. Tu decides. El día que te vi, te ame como jamás amaré a nadie, y hoy sigo manteniendo intacto ese sentimiento. Supe, también, que nunca jamás te abandonaría y que estaríamos juntos en todas las pruebas que nos imponga la vida... y el destino. Tu decides.- Ismael la miraba a sus ojos, y en sus pupilas veía reflejado el bello rostro de Nojami, que lo miraba como si aquellas palabras eran exactamente lo que necesitaba. La hechicera buscaba respuestas en su mente, pero no las hallaba. No había ningún conjuro, maleficio, consejo que la ayudara. Sin embargo, encontró un recuerdo, perdido entre miles de momentos felices. La noche, el silencio, la Luna brillando con intensidad en el cielo... Y la Dama junto a ella, hablando de viajes futuros y pasados: "Nomi, mi bella y pequeña Nojami. Pronto serás una gran hechicera, lo presiento; jamás bajes los brazos y dejes de soñar, absolutamente nada que tu quieras lograr está lejos de tu alcance, sólo debes intentar. Pero nunca, escucha con atención, nunca tomes nada de lo que hagas a la ligera, todas tus decisiones guardan equilibrio con el resto de las cosas, y una vez que comienzas un camino, lamento decirte que no hay vueltas atrás."
-Cielo, necesito que me des tiempo. Entiendo la gravedad e importancia de esta decisión. Debo pensarlo, y buscar en mi alma que es lo que realmente deseo. Luna llena, tendrás mi decisión.- Cielo observó la seriedad de su rostro y comprendió. Movió la cabeza afirmativamente y la abrazó. Si el destino era que esa joven hermosa y valiente, y aquel guerrero audaz y valioso fueran los padres de quien estaría destinado a proteger el universo, así sería.

Ismael se acercó a Nojami, y con delicadeza le acarició el brazo. Su amada volvió a la realidad y notó en el aire el aroma no tan lejano de los Cazadores. Debían continuar. Cabalgar deprisa hacia donde el Gran Tigre Blanco los esperaba para guiarlos a través del portal hacia Cielo. Ambos miraron la Luna y luego a los ojos del otro. Movieron la cabeza afirmativamente y con decisión.
Esteban montó al equino, y sus compañeros de viaje lo imitaron. La pequeña bebé seguía calma en los brazos de su madre, parecía entender que el tiempo los apremiaba y no exigía una atención mayor a la necesaria. Los guerreros tiraron de sus cuerdas al unisono, partiendo juntos seguidos por la hechicera hacia el Este. Refugiándose en la oscuridad.

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