el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

4.2.14

Capitulo VIII (Parte 1)

Esteban miraba a la niña que tenía entre los brazos mientras las tropas se aseguraban de que Nagast estuviera vencido, y remolcaban su cadáver hacia el acantilado, para su sepulcro. La pequeña Jakiru no dejaba de llorar, como si se diera cuenta que había perdido lo más valioso que tenía: su familia. Esteban intentó calmarla hamacándola en sus brazos y hablándole suave, inclusive cantándole, pero nada funcionaba. Decidió dejar que la niña se descargue y emprendió la vuelta al castillo en ruinas, donde los soldados mantenían un portal que llevaba directo al campamento de Dione.
Esperaba encontrar a Cielo en la puerta del castillo, pero ni siquiera Annie salió a su encuentro. Jakiru se había quedado sin fuerzas de tanto llorar y ahora se encontraba dormida, para alegría del Guerrero que ya no sabía que más hacer para calmar a la bebé. Comenzó a caminar hacia la sala principal cuando algo extraño en la fuente le llamó la atención: el gran dragón de la fuente no estaba. Desenvainó su espada mientras pasaba de brazo a Jakiru, temiendo otra emboscada, pero los llantos y murmullos que venían de uno de los jardines exteriores le llamaron su atención. Se dirigió hacia el Este y salió por una de las puertas laterales del jardín principal.
No se hubiera imaginado nunca el rito con el que se encontró. Allí se encontraban todos los habitantes del castillo, Annie en primera fila, vestidos de blanco y arrodillados en el suelo formando un círculo alrededor de una gran tarima. En el centro de la misma se encontraban los cuerpos de Ismael y Nojami, inertes por su muerte. Cielo se encontraba en el borde de la tarima y junto a ella el Dragón blanco de la fuente. Al verlo, la Dama le hizo un gesto de que se acercara. Al llegar junto a la tarima, Cielo le hizo señas de que le pase a Jakiru, que aún dormía.
-Mi pequeña, no es justo que tus padres nos hayan abandonado tan pronto.- Cielo le hablaba a la niña dormida con dulzura- Lamento no haber estado a tiempo de vuelta, lamento no haberlos protegido y que así hubieras disfrutado un poco más de ellos. Lamento atarte a una vida que será de entrega absoluta, pero el Destino así quiso que sucediera y las líneas están cantando de pena por sus propias decisiones. Ahora duermes, pero sé que me escucharás en sueños, así que sueña con tus padres, que ahora dejarán este mundo en cuerpo como lo han dejado en espíritu. Arderán para que sus cenizas alimenten los suelos en el ciclo inevitable de la vida. Sueña con el amor que te profesaron y te profesaran desde las estrellas en forma de ceniza espacial. Porque su luz brilla con intensidad en aquella estrella que ves al Este, siempre al Este. Y desde ella te cuidarán.- Cielo devolvió a Jakiru a los brazos de Esteban y le indicó a éste que se alejara un poco. Luego hizo señas al Dragón e invocó: -Lo que ha vivido, vuelve a vivir, en una trasmutación constante más allá de lo que llamamos muerte. Oh, gran Dragón del Viento, padrino de Dione, te pido que liberes tu fuego sagrado y transformes la carne en cenizas, para que se fundan con tu suelo, para que vuelen con el viento y se transformen en estrellas. Por favor, libera de las cadenas carnales a las almas que abandonaron nuestro mundo y ahora nos cuidan desde otro mucho más lejano. Permíteles vivir más allá de esta vida. Fen Inov.
Y de las fauces del Dragón un fuego azul se extendió directo sobre los cuerpos de Nojami e Ismael, mientras sus amigos, conocidos y familiares los veían. Haciéndolos arder hasta que sus cenizas desaparecieron en el viento.

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