el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

4.5.09

Capítulo V (Parte 5)

Sin embargo ninguna noticia había llegado. Luna encargó a Annie que enviara mensajeros a la Dama del Viento, Sathya, para preguntar si tenían alguna novedad. Mientras, Artemis había partido al pueblo para hablar con Esteban e Ismael. Tenían que poner a los guerreros sobre aviso del plan de Luna. No querían alertar al pueblo, pero tampoco podían descuidar las defensas. Si algo le había sucedido a la Dama, se encontraban débiles. Tenían que estar atentos a los movimientos del enemigo. Demasiada calma comenzaba a preocupar.
A la mañana siguiente Luna partió. Abriendo un portal, se dirigió al Castillo de la Dama del Destino. La hicieron pasar a la habitación destinada a las visitas. Sola en un gran recinto adornado por espejos, cuadros móviles y estatuillas de color cobrizo, Luna se sintió intimidada. Sentía que la vigilaban mientras posaba sus ojos en aquellos decorados. Le pareció que habían transcurrido horas cuando la puerta se abrió. Una mujer alta, imponente, vestida de negro y dorado se hizo presente en la habitación. Su pelo azabache estaba recogido bajo una redecilla de oro. Sus manos estaban cubiertas por guantes de igual color. Luna hizo una reverencia ante la Dama.
–Dama del Destino, perdone mi impertinencia al venir aquí sin anunciarme...– Pero se interrumpió ante una señal de la Dama.
–Mi apreciada Luna. Mírate aquí. ¿Puedo saber que te ha traído a mi castillo y templo de las Líneas?– Mientras le preguntaba esto, le indicó a Luna que se acomodara en un diván de terciopelo azul que se encontraba junto a una mesita de madera. La Dama tomó asiento frente a la pantera, al otro lado de la mesa.
–No quiero importunarla, pero vengo a modo de prevención. O eso creí en un principio, pero estando aquí, la verdad es que la preocupación me ha carcomido a mí también.- Luna miraba al suelo, donde se encontraba una alfombra con extravagantes diseños. Sin darse cuenta, sus garras estaban insertándose en el bello terciopelo. La Dama miraba a la pantera con seriedad. –Verá, querida Señora, estamos preocupados por Cielo. Ella ha venido hace más de una semana a vuestro castillo, cita por una reunión de vital importancia, y su poder le hubiera permitido volver a casa en tan sólo un instante. Pero no ha sucedido así. Han pasado los días y ella no ha vuelto. Sé que su poder la vuelve una presa difícil de cualquiera de nuestros enemigos, pero aún así me es extraño que no haya vuelto o puesto en contacto con nosotros. Por eso he venido... – Al llegar a este punto, Luna se percató de que sus garras estaban destrozando el bello diván de Destino. Miró con vergüenza sus patas, mientras pedía disculpas a la Dama, que sonriendo la observaba.
–Ese diván no es más que un sitio para que puedan sentarse, mi querida Pantera. No te preocupéis por él. – Y diciendo esto, posó su mano sobre él. El terciopelo se unió de manera rápida y sin dejar huellas. Luna la miró agradecida. – Sin embargo, me ha puesto sobre aviso tu preocupación. Como bien has dicho, Cielo ha partido de aquí hace una semana. Es razonable que estés preocupada. Veremos que podemos averiguar rápidamente. – Y dicho esto, se dirigió a uno de los tantos modulares que se encontraban en la habitación. Volvió a la mesa con una caja de madera, con incrustaciones en metal plateado. Sentándose nuevamente frente a Luna, abrió la caja. El felino miró como extraía un mazo de cartas. Destino se quitó los guantes y comenzó a barajar, mientras le hablaba a Luna.
–No hay mejor manera de saber algo que preguntarlo en el lugar indicado. Veremos que nos dicen las Líneas sobre este asunto. – Extendiendo el mazo sobre la mesa, seleccionó cuatro cartas. Luna miraba la operación, como si estuvieran realizando un peligroso hechizo. La Dama del Destino era la única capaz de leer el futuro. Máxima consejera de las Damas y Señores del universo, tenía el trabajo más difícil de todos: Todo lo podía ver, pero son pocas las cosas que se pueden adelantar. Muchas veces, que el destino pueda ser conocido, no implica que deba serlo. La Dama del Destino podía leer los movimientos de las Líneas que unen al universo. A través de sus cartas sabía aquello que paso, lo que está pasando y lo que aún no ha sucedido. Extendiendo, seleccionando, barajando nuevamente y volviendo a seleccionar, dispuso diferentes cartas sobre la mesa. Luego, ubicó las primeras cuatro cartas en el centro. Dando vueltas las que había puesto en el vértice superior, justo frente a Luna, comenzó a interpretar lo que decían las cartas: – Por lo que dicen las Líneas, Luna. Cielo se encuentra a salvo... –Hizo una pausa, su expresión se volvió dubitativa. – Pero no por mucho tiempo. Es cierto que alguien está tras su búsqueda, además de nosotras. Sin embargo, no tiene una pista todavía– Dijo esto mientras marcaba las cartas que se encontraban a su derecha. Diferentes figuras y números se encontraban impresos en ellas. Símbolos y letras. Un mazo único en todo el universo. –Ten cuidado Luna. Ellos no encontrarán a nuestra Dama de la Luna fácilmente, pero no tienen un único objetivo. Hay una sombra cayendo sobre nuestra principal protegida en estos momentos. Un gran infortunio, Luna. Una gran sombra cubriendo la vida de Jakiru... –Su mano se había posado sobre dos cartas a su izquierda. Una era una mujer, similar a la diosa griega Atenea; la otra era un rayo partiendo la roca. Luna no conocía el significado exacto de aquellas cartas, pero sólo ver las imágenes y el sonido de la voz de Destino, le trajo un mal presentimiento.

No hay comentarios.: