el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

27.12.06

La Luna



La lluvia cayó durante toda la tarde, ella miraba las nubes desde su ventana en el segundo piso de la casa. Su habitación, amplia y escasa pero bien amueblada, estaba iluminada por una única lámpara a media luz. Eran a penas las 5 de la tarde, aunque parecían las siete. La oscuridad de afuera la llenaba de melancolía, como si por osmosis esa oscuridad se nivelara con la que llevaba dentro. Su vida era un caos, o al menos eso pensaba ella; hacía ya unos cuatro años y medio que vagaba por las calles sin rumbo, soñando, deseando, esperando que algo le mostrara el camino que debía tomar.
Llegó con el séptimo Sol de Julio, en medio del frío invierno. Se sentó junto a su ventana aquella lejana noche, y miró la Luna, la añoró, la lloró. Juró cumplir con todo lo que debiera hacer, juró venganza y perdón. Cualquier cosa que le permitiera volver a su hogar. Los días pasaron, como también los meses, pero nada ocurrió. Ninguna señal que le indicara cuál era la verdad. Al principio pudo obtener noticias de su casa, pero con el tiempo la comunicación se desvaneció. Así fue como tuvo que enfrentarse sola a esa nueva vida que ya la consumía. Sola en un mundo salvaje que desconocía, que aborrecía. Sola con su alma y su conciencia.
En la casa todos la conocían, decía que la querían, que la cuidarían. Todos hacían como si ella siempre hubiera vivido allí. Todos eran parte de una gran mentira sin saberlo. Ella los miraba a los ojos como pidiendo compasión, tratando de explicarles que no era lo que ellos creían, que era alguien más de lo que parecía. Lo peor eran las reuniones, en que los álbumes de fotos salían de sus escondites y pasaban de mano en mano, recordando momentos. Como decirles a ellos que aunque estuviera en las fotos, esa no era ella, aunque su rostro fuera único y plasmado en el papel, nunca vivió todo aquello que los otros decían. Era difícil, definitivamente.
Una noche lloró desconsoladamente, más que cualquier otra, deseando un deseo prohibido, el deseo que se había cumplido a su predecesora. Su conciencia le dijo –para, no sabes lo que dices.- y allí reaccionó. No podía seguir así, debía de hacer algo...
Subió al techo de la casa, serían las doce, o quizás la una de la noche. Allí arriba, viendo el manto estrellado se sintió reconfortada, dijo un poema a las estrella y buscó la suya. Hacia la izquierda de su cabeza estaba, brillando como todas las noches al verla observándola. Era la estrella que su amado le había regalado, la estrella que unía sus almas. Y justo sobre su cabeza estaba la Luna, a media luz, medio circulo perfecto. Ella cerró los ojos y escuchó, los perros aullaron como lobos en el bosque; y por su mente pasó un viejo conjuro brujo que la estremeció: “Cuando la Luna brille por la mitad... y los lobos renazcan en su descendencia, algo malo sucederá...”
Su piel se imitó a la de las aves, y un escalofrío recorrió su espalda. Deseo no haberlo pensado, pues ahora temía que pudiera haber pasado. Pensó en su amado, rogó que estuviera bien, y a salvo, prestó su magia a una hoja para que volara a él y lo protegiera.
Así pasaron los meses, y nada llegaba a sus oídos. Así pasaron las estaciones y conoció otros seres que decían amarla. Pasaron tres años y conoció la pasión de otros labios que la besaron. Así pasó todo, pero ella seguía aguardando.
Y esa tarde, de lluvia permanente estaba mirando por la ventana, pensando en su verdadero amado, al que había jurado amor eterno más allá del universo.
Finalmente llegó la noche y la encontró en la cama y los brazos de otro amante. Luego de la pasión, conjuró al sueño para que se quedase dormido. Cuando eso sucedió, se levanto.
Ella dejó sus sueños en su cama y caminó hacia el oeste siguiendo al Sol... Atravesó campos y pueblos, se alejó poco a poco de todo aquello que había vivido en los últimos cuatro años y medio. A los siete días llegó a la torre. Subió las escaleras sin mirar detrás, esperando que todo pudiera ser dejado atrás. Aquellas escaleras que parecían interminables la llevaron a lo alto de la torre. Cuando Ella llegó al último piso, y vio el paisaje a sus pies.... y todo era oscuridad...
Se arrodilló junto al ventanal, pensó que eso era el fin... Una puerta se abrió cerca suyo y ella deseo escuchar la voz de su verdadero amado llamándola...

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