el Viento y el Dragón


El dragón se elevó imponente sobre las nubes. Se detuvo un instante y lanzó un gruñido que estremeció las montañas kilómetros a sus pies. Ese alarido atrajo a la Dama del Viento: “¿por qué gritas de esa manera?”, le preguntó, a lo cual el Dragón blanco respondió: “Porque soy el Dragón más poderoso, dueño de los cielos... Y nadie puede impedirme que haga lo que se me plazca”. Y así nuevamente lanzó por sus fauces un fuerte sonido desafiando a la bella Dama. Ella, entre la lástima y la compasión que le inspiraba aquella criatura, tomó una decisión, le dijo: “Lamento hacerte esto, pero he de darte una lección” y detuvo la brisa que sostenía al inmenso Dragón, que cayó velozmente a la tierra, batiendo sus alas furiosamente sin que éstas le sirvieran de nada... El viento le había dado la espalda.

el Viento y el Dragón

10.12.17

Capitulo IX (Parte 1)

10 años después...

-Jakiru, ¿dónde crees que vas?- Luna miró seriamente a la niña que estaba parada justo al borde de un acantilado que daba al mar.
-Quiero ir a nadar, Luna. Déjame, ¿sí? Sólo un ratito...- La niña la miró con los ojos llenos de ilusión, mirando alternadamente el agua a varios metros bajo sus pies y a la gran pantera que estaba mirándola desde el lindero del bosque.
-No, Jaki. Lo siento, pero es una caída muy alta y podrías lastimarte. Si quieres ir a nadar, puedes hacerlo luego del entrenamiento, pero volvamos, antes que Esteban se dé cuenta que no estás donde te dejó y se enoje contigo.
-¡Él no debería enojarse conmigo! ¡Hice todo lo que me dijo! -Jakiru miró furiosa a Luna, pero al instante sus ojos se llenaron de lágrimas- No es justo que no pueda ir a nadar solo un rato, después de tantos ejercicios.
-No llores, pequeña. Sé que quieres jugar y te prometo que lo haremos luego de que hayas completado todos tus ejercicios de hoy.- Luna se acercó a la niña y le refregó el hombro con su hocico- Ahora volvamos.
Luna comenzó a caminar por el bosque con Jakiru a su lado. El sol se colaba entre las ramas de los arboles, generando sombras juguetonas. Cuando llegaron al claro que se encontraba en el centro del bosque, se encontraron con Esteban, sentado sobre una gran roca, afilando su espada. Antes de que llegaran junto a él, se levantó en lo alto y miró a Jakiru con una expresión seria. Apenas le llevaba unos años a simple vista, pero algo en su mirada daba la impresión de cientos de años vividos que pesaban sobre sus hombros.
-¿Dónde diablos te habías metido? Te dije que te quedaras aquí practicando hasta que volviera, Jakiru.- Su voz sonaba molesta, lo que hizo entrar a la defensiva a la pequeña que lo miraba desde la base de la roca.
-¡He querido ir a nadar! Hice todos los ejercicios que me pediste, pero no volvías... -su voz fue perdiendo impulso- Así que corrí hasta el acantilado para poder nadar un rato...- Finalizó su explicación mirando el piso, con los puños cerrados de rabia. Un segundo más tarde, notó el golpe de los pies del guerrero al bajar de la roca junto a ella. Pero no levantó la vista, estaba cansada de que la obligaran a entrenar y no la dejaran jugar en paz.
Esteban se arrodilló junto a ella y la obligó a levantar la vista. Cuando vio las lágrimas en sus ojos, no pudo más que apenarse por el tono de voz que había usado. Ella no entendía lo preocupado que se había puesto cuando al regresar al claro, no la había encontrado. Había acudido a Artemis, quien le aseguró que Luna estaba con ella. Así que volvió al claro, y se quedó esperándolas, hecho un manojo de nervios. La disciplina era una cualidad esencial en un guerrero. Y Jakiru iba en camino a ser una gran guerrera, debía aprender que una orden debía ser respetada, aún aunque eso no le agradara.
-Cálmate, Jaki. Entiende que te pedí que te quedaras aquí por una razón.- Al ver que la niña no cambiaba su expresión de tristeza mezclada con enfado, decidió tomar otro camino para recomponer la situación- Además, no creo que hayas terminado "todos" los ejercicios que te he encomendado.- La expresión de Jakiru se endureció, sorprendiendo al mismo Esteban, pero había dado en el clavo, la niña se sentía desafiada, y eso jamás le había gustado. En ese instante le recordó a Ismael.
-¡SÍ QUE HE TERMINADO TODOS LOS EJERCICIOS!- Gritó furiosa, no tenía por qué mentirle y le dolía que dudaran de su palabra.
-Bueno, entonces, demuéstrame lo que has logrado. Luna, por favor, ve hasta el lindero, no quiero que quedes en el medio de esto...- La pantera asintió y se corrió unos metros, hasta los primeros árboles del bosque.- Veamos que has estado practicando, Jakiru. Y recuerda, debes dar siempre lo mejor de tí.
-Así lo haré.- Dijo la pequeña y sacó del cinto a su espalda una daga. Se colocó en posición de ataque y no dudó un segundo en ir por el guerrero. Esteban la atajó a mitad de un salto y esquivó la estocada que iba a su pierna derecha. Él no utilizaba espada, ni escudo. Sólo llevaba un chaleco de cuero a modo de defensa.
Jakiru cayó de frente en el pasto. Con los ojos llenos de furia se levantó ágilmente y volvió al ataque, esta vez intentó atacar a Esteban en el abdomen, aunque sin intención de herirlo, solo buscando demostrarle que había practicado todos los movimientos que le había encargado, pero nuevamente falló. El guerrero era demasiado ágil esquivando los golpes de la niña. Nuevamente Jakiru perdió el equilibro y se cayó, esta vez golpeándose el costado contra la gran roca. Un aullido de dolor se escapó contra su voluntad de sus labios. Se agarró el brazo que había golpeado contra la roca con una mano, mientras que en la otra aún sostenía la daga. Esteban la miró, sin inmutarse, esperando que volviera a la práctica. Pero la niña sentía un dolor muy fuerte en su brazo golpeado, por lo que dejó caer la daga al pasto y se dejó caer de rodillas llorando, enojada ahora con ella misma por haberse golpeado.
Luna observaba todo desde su posición al borde del claro, cuando Jakiru dejó caer la daga, se levantó para correr a auxiliarla, pero algo la detuvo.
-No vayas, debe aprender que los golpes no deben dejarla doblegar.
-¡Artémis! Es sólo una niña. Le debe doler el brazo porque sino no hubiera dejado de pelear, es más terca que una mula cuando se enoja.- a Luna le enfurecía que Artemis fuera tan duro con Jakiru, apenas era una pequeña.
- Lo sé, es muy parecida a sus padres, aunque prácticamente no los conoció. Pero debes dejarle esto a Esteban, él se encargará, mira... -Luna se volvió para ver a Esteban, quien se había vuelto a arrodillar junto a Jakiru.
-Ven, levántate, déjame ver tu brazo- Le dijo dulcemente, al ver que la niña se esforzaba esta vez por ocultar su brazo y las lágrimas que le caían por las mejillas.
-No, ¡déjame! No me pasó nada- Insistió la niña, alejándose de la mano extendida del guerrero.
-Jakiru, no te pongas de esa forma. No ha pasado nada, solo quiero comprobar que tu brazo no requiera una atención urgente, podrías haberte roto algo con ese golpe que te diste...
-¡Seguro es lo que quieres! ¿No? -Jakiru lo miraba hecha una fiera, estaba realmente enojada esta vez- Así demostrarás que no puedo ir a jugar porque aún no puedo usar la daga...- dijo y se puso a llorar. Esteban la miró sorprendido. Eso lo había tomado por sorpresa. Una media sonrisa se dibujó en su rostro a medida que agarraba a Jakiru y la obligaba que le mostrara el brazo. La niña cedió a regañadientes. El raspón era superficial y ya estaba sanando por sí mismo. La sangre de la pequeña le daba ese tipo de poderes, poderes que nunca terminaría de comprender. Su velocidad era asombrosa, y la destreza y habilidad que adquiría día a día lo impresionaba. Y aún era sólo una niña, cuando creciera y sus huesos fueran más fuertes, no sería tan fácil esquivarla.
-Ven, vamos a la casa para que Annie pueda revisarte. -le dijo Esteban, con voz dulce. Jakiru se volvió a verlo a la cara aún con desconfianza- Luego, te prometo, podremos ir a jugar a la playa, podrías nadar, o haremos unas carreras, lo que tu prefieras...- Le dijo al tiempo que le guiñaba un ojo.
La cara de sorpresa de la niña le pagó todo el disgusto, y vio como el enojo se iba transformando en una alegría pura e inocente.
-¿De verdad? ¿Podremos ir a la playa a jugar? ¿A pesar de que no he logrado vencerte?- La voz de Jakiru denotaba vergüenza, pero un brillo en sus ojos indicaban lo ilusionada que estaba con la idea de ir a la playa.
-Pues claro, está bien que no me hayas vencido, aún falta mucha práctica, pero has mejorado y mereces descansar un poco, vamos, antes que se haga más tarde y nos caiga la noche encima.- Esteban ayudó a levantar a la niña y le hizo unas señas a los dos felinos que veían la escena desde lejos para que se acercaran. Todos juntos emprendieron la vuelta a la casa.

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